Las dos caras de la derecha
Firma de Opinión del periodista cordobés en Berlín, Julio Canto
Las dos caras de la derecha. Julio Canto
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Ocurren dos cosas estos dos días en Córdoba inimaginables en otros lugares de España gobernados también por la derecha. Por un lado, la apertura de la oficina de atención para los familiares de los represaliados por el franquismo, y por otro las exhumaciones en los cementerios de la Salud y San Rafael para encontrar una parte de los estimados cuatro mil asesinados por el franquismo en la capital, diez mil en toda la provincia según las cifras del historiador Anthony
Beevor en su libro „La Guerra Civil Española“. Llega tarde, pero ha llegado y es algo tan normal y tan humano que eso es lo noticioso en este país cainita llamado España.
Estos hechos ocurren en la misma semana en la que el mismo partido que participa de estas iniciativas está envuelto en otros lugares en una absurda polémica autogenerada con las denominadas „leyes de concordia“, criticadas incluso por Naciones Unidas. Es tan absurda la idea, que el propio Partido Popular se está encargando de frenar la tramitación, al menos hasta que pasen las elecciones europeas. Uno se pregunta cómo es esto posible, siendo el mismo partido. Cómo puede haber líderes locales y autonómicos que nieguen la dictadura y las violaciones de los Derechos Humanos, y haya otros que con sentido común, aunque sea con casi noventa años de retraso, permitan que sepamos más sobre lo que pasó y, sobre todo, a quién le pasó.
No se trata de reabrir heridas, sino de cerrarlas, ni de intentar ganar una guerra de hace casi cien años, sino de establecer un consenso social sobre quiénes somos aclarando de dónde venimos. Es algo que está muy claro aquí donde yo vivo, tanto para la izquierda como para la derecha. No para la extrema derecha, por supuesto, que está creciendo, pero es un consenso amplio en la sociedad. Y es algo que, en la práctica, también es muy útil porque, una vez aclarado el tema y con todos más o menos de acuerdo, los ciudadanos pueden centrarse en otras cosas que les afectan en su día a día: ¿están las calles más limpias con un gobierno, o con otro?, ¿los servicios públicos funcionan mejor con unos, o con otros?
Es bueno para todos acabar con esa denominada guerra cultural que, como todas las guerras, no ha hecho nunca bien a nadie.