Cien años de 1929, más allá de la nostalgia
El subdirector de Diario de Sevilla, Carlos Navarro Antolín, reflexiona sobe la oportunidad que tiene Sevilla de ir más allá del mero recuerdo con ocasión del centenario de la primera de las dos grandes muestras que nos abrieron al mundo en el siglo XX
Carlos Navarro Antolín: "Cien años de 1929, más allá de la nostalgia"
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Sevilla
Sevilla es una ciudad que ha evolucionado en el siglo XX gracias a dos exposiciones: la de 1929 y la de 1992. Sí, crecemos a golpe de impulso. Necesitamos apuestas claras y rotundas para avanzar. Pareciera que no sabemos hacerlo a la velocidad normal, con el impulso del día a día, de los meses y de los años, con un modelo productivo que no dependa de grandes hitos, de acontecimientos extraordinarios. La pasada centuria enseña que requerimos grandes apuestas para bien desarrollar el Sur de la ciudad, como en el 29, o bien para reencontrarnos con la Cartuja y estrenar grandes infraestructuras, como en el 92.
Se acerca al centenario de la muestra del 29. Está ya nombrada una comisaria que merece todo el respeto y la consideración, Amparo Graciani, la catedrática que más ha estudiado aquella muestra. Esperamos y deseamos que tenga gran acierto y también gran ambición. No deberíamos quedarnos en el mero recuerdo, la evocación y el repaso a lo que fue. Debemos aprovechar para evidenciar también los destrozos sufridos de aquel precioso patrimonio y la necesidad de respetar, cuidar y valorar cuanto queda.
La Avenida de la Palmera, el gran símbolo urbanístico de la exposición, está hoy mucho peor que hace solo quince años. No ha habido respeto, no ha habido conciencia y, sobre todo, no ha habido normativa de protección. Hemos dejado que irrumpan los mamotretos en un baluarte de la arquitectura regionalista. ¿Acaso la ciudad no tiene sitio suficiente en otros distritos para acoger edificios de la arquitectura de vanguardia, moderna o como quieran llamarla? A veces parece que se trata simplemente de una arquitectura de provocación.
No se puede valorar ni querer lo que no se conoce. Los sevillanos tienen que saber qué impulso supuso la Exposición del 29. Después, ay, nos metimos en los años 30 que nos trajeron la mayor desgracia sufrida por este país. Pero al menos tuvimos aquella gran apuesta para la ciudad. Todavía hoy se puede dar un precioso paseo por pabellones de gran belleza e interés arquitectónico. Los sevillanos del 29 tuvieron que ser felices, aunque todos los españoles fueran tristes y desgraciados en la siguiente década.
