José Carlos Valverde habla sobre la barra del bar como nueva mili

Hace varios días saltó, a la plana nacional, una noticia sobre la situación hostelera de este país. Si bien es cierto que la crónica versaba sobre la comunidad cántabra, pienso firmemente que las lecturas que podemos sacar sobre el mundo de la hostelería son realmente alarmantes.

Al parecer los hosteleros de Cantabria habían citado a más de 7.000 parados para darles trabajo y solo acudieron 70. “No se han cumplido las expectativas”, lamentaban los empresarios. Manifestando así su profunda preocupación ante la escasa afluencia.

En el evento participaron establecimientos reconocidos en la comunidad, como Hotel Santemar, Grupo Astuy, Gran hotel Balneario de Puente Viesgo, Grupo Los Pasiegos, BNS, Restaurante El Puert, Sardinero Hoteles, o Restaurante el Palacio de Mijares, entre otros.

Cabe recordar que el sector representa casi el 5% del PIB de este país, superando en algunas regiones incluso el 10%.

No es la primera vez que hablo sobre la hostelería por eso, yo que he bebido durante una gran parte de mi vida de la barra de un bar. Lo digo en todos los sentidos. Desde adentro, y desde el banquete de afuera. Vamos, desde todos los lados. Como cliente, y como trabajador, estoy absolutamente convencido de que el trasfondo de todo esto es la aberrante situación del trabajador, no me refiero expresamente a la parte empresarial –no, los empresarios no son todos malos por el mero hecho de ser empresario. Basta de clichés manidos sindicales estúpidos. Más les valdrían a estos, los sindicatos, habernos defendido ante el despilfarro de impuestos, y las subidas de precios en los servicios indispensables como la factura de la luz. Pero hubo silencio…

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En definitiva la profesión de hostelero está terriblemente denostada. Y me refiero a la relación cliente-trabajador. Hablamos mucho del respeto hacia el sector sanitario. Y válgame Dios si ese de admirar y respetar. Pero poco, o prácticamente nada, se venera la del camarero. Camarero, tasquero, o como psicólogo de barra. Expresión que repudio. Psicólogo el que necesita el currito después de aguantar una jornada de ocio del mal cliente. Porque es tan malvado un pésimo cliente como una condición laboral injusta. Lo que se aguanta en un bar no da para una columna. Os lo aseguro.

El camarero tiene familia, tiene días malos, problemas, y un largo etcétera de problemas al que ahora, mientras escucha esta columna, si es que lo hace, bien le sonará. Aunque más le valdría hacerlo cuando en la mesa de un bar empieza a perder la paciencia. Ay, si es que siempre digo lo mismo: usted se encuentra en un bar, no en un ambulatorio. Su vida no corre peligro, criatura. Y por supuesto está para servir, pero no es su siervo.

No sé, pero es una lástima la poca compasión, e insisto: poco respeto, que se le tiene al sector hostelero. Mi abuelo, al que he puesto de ejemplo en innumerables columnas, ante mi mal comportamiento de joven me decía que me hacía falta una buena mili. No soy yo muy de ese lado conservador, si bien es cierto que orgulloso estoy de la experiencia. Lo que sí mantengo como una oración sagrada es que, a más de uno, y me refiero a individuos de distintos géneros: le habría bastado con una buena jornada detrás de una barra. Seguro que cuando vuelvan a pisar un restaurante florecen nuevos modales...