Los inicios de la edad moderna en el lugar del Arahal: su población y los inicios de la agricultura como base de su economía
Arahal
Rafael Martín Martín, Cronista de la Villa. - Continuando con el comentario titulado En busca de Nuestras raíces, en la que se abarcaron aspectos muy generales del pasado histórico medieval del entonces lugar de El Arahal, nos vamos a centrar en el comentario de hoy a tratar ciertos aspectos de los inicios de la época Moderna en nuestra localidad, relacionados con la población y los comienzos de la agricultura como base de la economía del lugar.
El inicio del siglo XVI marcó un punto de inflexión para el Arahal, como para muchas otras localidades en la península ibérica, debida a una combinación de factores migratorios y económicos. Bajo la jurisdicción de los Téllez-Girón, específicamente de D. Juan Téllez Girón, II Conde de Ureña, el destino de El Arahal se vería influenciado por estos cambios.
La migración desempeñó un papel importante en la demografía de El Arahal durante este período. En los primeros años del siglo, la población experimentó una disminución significativa debido al espíritu aventurero de algunos de sus habitantes. Después de la conclusión de la Reconquista con la caída de Granada, muchos individuos buscaban nuevas oportunidades en la fundación de nuevas localidades, Villamartín, establecida en 1503 por el cabildo eclesiástico, y Puerto Real, que aunque existía con anterioridad, vio un proceso de repoblación a partir de 1508, son ejemplos claros de esta tendencia.
El impacto de la migración hacia Villamartín y Puerto Real por parte de los habitantes de Arahal fue significativo, representando más del 35% de la población total de ambas localidades. Este éxodo reflejó un descenso demográfico notable, pasando de 1520 habitantes a 960 en la primera década del siglo XVI. La intervención del II Conde de Ureña, con la imposición de obstáculos y haciendo valer la Pragmática Sanción de los Reyes Católicos, reflejó la preocupación por la despoblación de El Arahal.
Sin embargo, a pesar de este contratiempo inicial, el siglo XVI se convirtió en un período de crecimiento continuo para la población de El Arahal, impulsado por las condiciones económicas favorables de la época. Este período fue testigo de una de las épocas más prósperas en la historia de la localidad, caracterizada por un aumento demográfico significativo. De 960 habitantes en 1510, la población de El Arahal creció hasta cerca de los 5000 habitantes hacia el final del siglo, quintuplicando la población.
Este crecimiento fue facilitado por la ausencia de epidemias graves y un clima favorable, factores que contribuyeron al desarrollo de la economía local, centrada en la ganadería y la agricultura. El entorno propicio y las condiciones ventajosas permitieron a El Arahal aprovechar al máximo su potencial agrícola y ganadero, impulsando así su crecimiento demográfico y económico a lo largo del siglo XVI.
El lugar de El Arahal va a ir transformando paulatinamente en su economía. La ganadería va a ir dejando paso a la agricultura, base fundamental de la vida de la localidad a lo largo de su historia. Y fue precisamente, en este período, cuando se inicia la transformación.
Se pusieron en cultivo buena parte de los espacios que hasta entonces había sido casi exclusivo de la ganadería, debido a la potencialidad agrícola de la Campiña, convirtiéndose en un importante foco de atracción de nuevos pobladores, fomentado por los señores de la zona, en este caso, por los Téllez-Girón, provocando la transformación de sus actividades económicas en beneficio de la agricultura. Así nos lo refleja la profesora Carmona Ruiz, en un artículo titulado la villa de El Arahal en el contexto de las actividades ganaderas de la banda morisca.
Desaparecieron muchos pastos y había que hacer frente a otras necesidades, derivadas de una nueva explotación, de la agricultura. Se sustituyó el buey que había sido el animal utilizado para la explotación agrícola, que dejó paso a la mula, al ser necesaria para el inicio del proceso de roturación de las tierras, por la extensión de las mismas y por el tipo de arado que se introdujo, retos que difícilmente podrían ser asumidos por el buey, por su lentitud.
Pero este cambio fue potenciado por la figura de Don Juan Téllez-Girón que, desde el primer momento asumió la jurisdicción señorial de la zona, a principios de los años de la década de 1470, llegando a poseer en fincas rústicas rurales un total de 19.304 fanegas, lo que suponía cerca del 70% del término municipal de la población.
Para esta transformación de las tierras, llegó a dictar unas ordenanzas en el año 1513 dirigidas a los Consejos ( Ayuntamientos ) de Morón y de El Arahal, sobre la utilización de los pastos, como una medida más de ese proceso de transformación.
Las fincas rurales se fueron dedicando paulatinamente, en su mayoría a la agricultura, siendo los cereales, especialmente el trigo y el cultivo de la aceituna, los cultivos que van a ocupar la mayor parte de la superficie, uniéndose a ellos, a mitad de siglo, el cultivo de la vid, que también tuvo en el Arahal una gran tradición, a través de las denominadas rozas.
Esta terminología da título a un artículo de la profesora Mercedes Borrero “ Las rozas en Morón y Osuna. Un ejemplo de la problemática en torno a la propiedad “. Las rozas se refieren a aquella tierra limpia de mata y rozada que naturalmente cría y que está apta para sembrar en ella. Fueron muchas las fanegas rozadas, después de su transformación para parcela de cultivo, que tuvo su aplicación principalmente en las zonas de monte bajo o de zonas que no se habían labrado o que estuvieron sin cultivar durante siglos y que vino causada fundamentalmente por el resultado lógico de la necesidad de tierras para obtener alimentos.
Las grandes fincas y dehesas boyales de la Banda, Camero, Mediana y el Fresno habían sufrido una importante transformación, habilitándose el terreno para pan sembrar ( denominación del trigo), que se convirtió en el producto por excelencia de la economía arahalenses.
Esto no fue tan simple como pudiera parecer porque los vecinos arahalenses y el propio consejo del lugar no podían permanecer impasible ante este cambio tan drástico y en tan poco tiempo.
El Arahal, como así se refleja en su propia etimología y como hemos visto en el origen de su poblamiento, era un pueblo ganadero y eran muchos vecinos los que se dedicaban a esta labor, viéndose, por tanto, gravemente perjudicados por las decisiones arbitrarias del señor jurisdiccional. Llegaron incluso a unirse con ganaderos de otras poblaciones que tuvieron que pactar para llevar a los ganados al término municipal de Morón. El lugar de El Arahal ya no sólo va a ir incrementando su economía con la potenciación de la agricultura, sino que, según el padrón de las yerbas del año 1532, analizado por el profesor Martín Humanes en su artículo “ Los primeros condes de Ureña y el padrón de las yerbas de Morón de la Frontera” el número de cabezas de ganado no sólo se mantenía, sino que incluso casi doblaba a los vecinos de Morón, de lo que se deduce del pago de los impuestos que casi lo duplicaban, como así aparece en el citado artículo.
Este proceso de transformación del paisaje agrario arahalense provocará una importante problemática en torno a la propiedad de la tierra. Tal polémica presidió toda la historia arahalense desde estos momentos hasta la desaparición del señorío de la Casa de Osuna a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, planteándose desde los años 30 del siglo XVI larguísimos pleitos sobre la propiedad de la tierra entre los Duques de Osuna y los vecinos de las comarcas de Morón, Arahal y Osuna. Todo un verdadero conflicto de intereses.
Tanto las rozas como los amplios espacios de cultivo eran ofrecidos por parte del Señor a los colonos para su cultivo, mediante concesiones precarias, es decir sin documentación acreditativa de por medio, lo que les impedía adquirir el dominio, de ahí que en cualquier proceso judicial no pudiesen aportar documentación algunas sin que mediara documento alguno de cesión. Así comenzó el proceso de cesión de las tierras a los colonos, un procedimiento que cambió a finales del siglo XVI cuando se iniciaron los arrendamientos de las tierras.
Al principio estas rozas se distribuyeron en parcelas con una variación en cuanto a su superficie, las había desde parcelas de 30 fanegas hasta incluso de 200 fanegas, una situación similar a la que se produjo en otras localidades cercanas.
El Ducado de Osuna a finales del siglo XVI y siglos posteriores va a iniciar un nuevo procedimiento, consistente en el sistema de arrendamiento, dividiéndose las tierras en el caso del término de El Arahal en setenta parcelas, cuyo tamaño era muy variado y de mayor superficie que como se inició el sistema de cesión de propiedades, dado que llegó a oscilar entre las 54 y 1.750 fanegas.
El sistema de arrendamiento de tierras desde fines del siglo XVI en Andalucía, y específicamente en El Arahal, estuvo marcado por relaciones de producción complejas y desequilibradas. Los arrendadores, que solían ser terratenientes de grandes extensiones de tierra, se convertían en latifundistas temporales al arrendar las tierras de mejor calidad directamente para su cultivo. Empleaban fuerza de trabajo ajena, como braceros o jornaleros, para trabajar la tierra, mientras que el resto de las tierras eran subarrendadas a pequeños subarrendadores o trabajadores agrícolas.
Este sistema generaba relaciones de producción triangulares, donde el gran propietario, como el duque de Osuna, el arrendador de las grandes extensiones de tierra y los pequeños subarrendadores o trabajadores agrícolas formaban una cadena de dependencia y explotación. Los arrendadores, que controlaban la tierra y los medios de producción, se convertían en una élite dentro de la oligarquía municipal, acumulando capital a través de inversiones en ganado, propiedades inmobiliarias y bienes suntuarios.
Esta estructura económica y social contribuyó a la consolidación del poder de los grandes terratenientes y a la perpetuación de la desigualdad en el campo andaluz, como así veremos a lo largo de las diferentes etapas históricas de nuestra localidad, que comienza a iniciar un leve proceso de cambio a partir de la segunda mitad del siglo XIX y, sobre todo, a lo largo del siglo XX.