Una visita al Castillo de Gigonza y sus alrededores
Con Agustín García Lázaro una semana más" El Paseíto"
El Paseíto
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Jerez de la Frontera
Una nueva oportunidad de conocer nuestro entorno de la mano de Agustín García Lázaro que nos muestra el Castillo de Gigonza y sus alrededores
La propuesta, incluyendo visita y paseo, es aconsejable para toda la mañana. Si lo reducimos solo a la visita, habremos de condicionarla al horario de apertura de las instalaciones. Para concertar visitas y consultar horarios en la página web. www.castillodegigonza.es
El tiempo que vamos a emplear en nuestro paseo son unas dos horas de visita más el tiempo que empleemos en nuestro paseo. El punto de salida es el aparcamiento del Castillo de Gigonza.
Llegamos al castillo de Gigonza desde Jerez, tomando la carretera de San José del Valle. Tras pasar La Barca, encontraremos el cruce de la Venta de San Miguel (o del Chaparrito) a 4 km de esta población. En el cruce nos desviaremos en dirección Paterna. A 4 km, veremos señalizado a la izquierda el camino de acceso a Baños de Gigonza (7 km).
Aparcaremos junto al Castillo para realizar la visita a sus instalaciones, así como a las del antiguo balneario y sus manantiales
El castillo de Gigonza es una fortaleza de origen andalusí que ha llegado hasta nuestros días en buen estado de conservación. Destaca en él una gran torre de dos cuerpos y planta casi cuadrada, que se alza en el interior de un recinto rodeado por una cerca almenada en el que hay también otras dependencias y un patio de armas.
Se accede al recinto a través de una puerta con arco de medio punto sobre el que vemos el escudo de la Casa de Arcos, a la que perteneció el castillo. Tras cruzar la puerta de acceso, una dependencia a la izquierda acoge la que fuera capilla del antiguo balneario que durante la segunda mitad del siglo XIX se construyó junto al castillo. En la capilla se conservan algunos elementos de la antigua Ermita del Mimbral, que quedó sumergida bajo las aguas del pantano de Guadalcacín II.
En el espacioso patio de armas el visitante puede ver expuestas algunas piezas arqueológicas, de origen romano, halladas en los alrededores, así como las curiosas pilas para lavar la ropa, labradas en grandes bloques de piedra caliza de las cercanas canteras, las afamadas “pedreras de Gigonza” de las fuentes medievales. También destacan aquí, por su singularidad, los antiguos depósitos de hierro que abastecían de agua potable a las distintas dependencias del balneario.
Pero sin duda, lo que más atrae la atención del visitante es la imponente torre del homenaje, a la que accedemos por una estrecha puerta en la que destaca un robusto dintel que se apoya en fuertes impostas. La primera planta está construida sobre otra subterránea que albergaba las mazmorras del castillo y guarda, en una vitrina, la conocida como “camisa del rey moro”. Según la leyenda, perteneció a un caudillo tunecino, a quien el caballero jerezano Gonzalo Pérez de Gallegos, antiguo poseedor de la Torre, se la arrebató tras darle muerte en 1535.
El segundo cuerpo de la torre, al que se accede por unas estrechas escaleras, tiene un techo abovedado, como el primero, y ventanas de herradura desde las que se obtienen magníficas vistas del entorno. Otra escalera conduce a la parte superior de la torre, a modo de azotea-mirador, donde se nos muestra la techumbre de su bóveda y que constituye un magnífico observatorio sobre todo el entorno de la campiña.
Como muchos oyentes conocen, la balneoterapia fue una corriente médica que abordaba el tratamiento de muchas enfermedades a través de los baños, vaporizaciones, infusiones o bebida directa de aguas medicinales. Practicada ya por los romanos y los árabes, alcanzó su mayor popularización en el siglo XIX y principios del s. XX. Nuestra ciudad contó con las instalaciones balnearias de San Telmo y de la Rosa Celeste, aunque sin duda, la más célebre fue la de los Baños de Gigonza.
Como nos recuerda el investigador Antonio Mariscal, en el año 1846 los marqueses de Ponce de León, propietarios del castillo y sus tierras colindantes, se decidieron a explotar las aguas del manantial sulfuroso aquí existentes, dadas sus propiedades curativas para los desarreglos de la menstruación y enfermedades de la piel. Emprendieron para ello la construcción de diferentes instalaciones creando una gran casa de baños.
Los Baños de Gigonza contaban con tres patios, anexos al castillo, así como numerosas habitaciones de distintas clases y categorías: desde salones aristocráticos hasta modestos cuartos. También se disponía de un gran salón para reuniones y fiestas y un casino, en el que había un piano de cola y en el que los bañistas y veraneantes (hasta 200 personas) realizaban las actividades sociales, culturales y de ocio. Todos los domingos había misa en su capilla y todas las noches se rezaba el Rosario
El balneario contaba con director médico que, en muchas ocasiones, se ocupaba también del cercano de Fuente Santa, en Paterna de Rivera. Los pacientes recibían tratamiento de baños de agua caliente y fría, vendiéndose también botellas de agua procedentes del manantial que manaba con un reducido caudal de 9 litros por minuto.
Desde su apertura, el balneario fue un lugar donde las clases acomodadas de Jerez iban a tomar las aguas con la intención de curar enfermedades de la piel tanto en tratamiento interno (bebido), como externo (baños). El balneario estuvo activo hasta las últimas décadas del XIX.
En la visita que realizamos a sus instalaciones, nos acercaremos hasta las ruinas de lo que fueron las casas de baños, cuya restauración ha comenzado. Por un camino de 600 m que cruza un viejo olivar, llegamos a los pies del manantial, que continúa activo. Allí se han restaurado dos de las antiguas bañeras y puede verse el arroyo por el que se canalizan las aguas sulfurosas que no dejan de manar ni en verano, y que despiden su característico olor. Un gran depósito abovedado almacenaba el agua que se conducía hasta otra dependencia. En ella había seis grandes bañeras donde se tomaban los baños, estando prevista la restauración de estas estancias. Y todo ello en un paraje rodeado de frondosa vegetación que hace muy atractiva la visita y el paseo.
El enclave de Gigonza se encuentra en una ladera de la Sierra del Valle, rodeado de un entorno natural de gran belleza. Se conservan aquí muchos rincones con la típica vegetación del monte mediterráneo, alternando con olivares y otros cultivos. Tanto el camino de acceso, como el que conduce a la cercana población de Paterna, nos permiten completar la visita con un atractivo paseo en el que disfrutar de estos paisajes.
Junto a la entrada del castillo se mantiene también un antiguo huerto y un pequeño paseo arbolado donde llaman la atención del visitante ejemplares de bella sombra u ombú, esos grandes árboles de origen argentino que muestran aquí un tronco de gran grosor al tratarse de ejemplares centenarios.
Desde la pequeña meseta donde se alza la fortaleza se obtienen vistas sobre todo el entorno circundante, así como del caserío de Paterna y de Medina.