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Opinión

José Carlos Valverde opina sobre las palabras de Unai Simón

«Unai Simón ha decidido no manifestar públicamente su posición política tras el comunicado de Mbappé sobre Le Pen, lo que ha generado críticas de ciertos sectores que parecen no entender que su silencio no implica una adhesión a una ideología u otra»

La opinión de José Carlos Valverde

La columna de José Carlos Valverde

Morón de la Frontera

En los tiempos modernos, la libertad de expresión es un derecho consagrado que permite a las personas compartir sus ideas y opiniones sin temor a represalias. Sin embargo, este derecho no se limita solo a hablar; también incluye la libertad de no pronunciarse sobre ciertos temas, especialmente cuando se trata de asuntos políticos o ideológicos. El caso del portero de la selección española, Unai Simón, es un claro ejemplo de esta otra cara de la libertad de expresión: el derecho a guardar silencio.

Unai Simón ha decidido no manifestar públicamente su posición política tras el comunicado de Mbappé sobre Le Pen, lo que ha generado críticas de ciertos sectores que parecen no entender que su silencio no implica una adhesión a una ideología u otra. Este tipo de reacción pone de manifiesto una problemática mayor en nuestra sociedad: la ambición del vulgo estúpido por obligar a las figuras públicas a posicionarse, como si su valor residiera únicamente en estar a favor o en contra de determinados dogmas. Para una mente sana, y que acepta que cualquier opinión política dentro de la legalidad es a todas luces respetable- me parece una triste y cruel realidad el hecho de cuestionar de manera ética si lo que ha hecho Unai Simón está bien, o mal. Solo un supremacista de la moralidad puede no ver las cosas de este modo. Unai está en su derecho, al igual que lo está Mbappé da hacer cualquier tipo de declaración.

Es fundamental recordar que la decisión del guardameta de la selección de no pronunciarse sobre cuestiones políticas debe ser respetada. No todos los individuos, especialmente los deportistas, desean o se sienten capacitados para convertirse en portavoces de causas políticas. El portero ha optado por centrarse en su carrera deportiva y evitar la politización de su figura, una elección completamente válida y que merece respeto. Al fin y al cabo, su principal responsabilidad es con su desempeño en el campo, no con la arena política.

La libertad de expresión incluye el derecho a la privacidad y a no ser forzado a compartir opiniones sobre temas sensibles. Obligar a alguien a posicionarse es, en sí mismo, una forma de coacción que va en contra de los principios de una sociedad libre. En lugar de valorar a las personas por sus logros y contribuciones en sus respectivos campos, se las está juzgando por su disposición a involucrarse en debates políticos. Esto no solo es injusto, sino que también trivializa la complejidad de la identidad y las creencias personales.

El vulgo estúpido, ansioso por polarizar y simplificar la realidad, olvida que la verdadera libertad reside en la capacidad de cada uno para elegir cuándo y sobre qué temas expresarse. La presión social para adoptar una postura sobre todo es una manifestación de la intolerancia y la falta de comprensión del verdadero espíritu de la libertad de expresión. La democracia no solo se basa en la libertad para hablar, sino también en la libertad para decidir cuándo no hacerlo.

Respetar la decisión de Unai Simón de mantenerse al margen de la política es un acto de madurez cívica. Es reconocer que cada persona tiene el derecho a establecer límites en su participación pública. Forzar a alguien a romper su silencio solo para satisfacer una demanda de posicionamiento político es una forma de opresión que socava los principios democráticos.

En conclusión, la libertad de expresión es un derecho complejo que abarca tanto el hablar como el callar. Criticar a Unai Simón por no manifestar su posición política demuestra una incomprensión fundamental de este derecho. Es esencial respetar su decisión y comprender que su elección no lo hace menos valioso como deportista ni como individuo. La ambición del vulgo de forzar posturas políticas en todos es un síntoma de una sociedad que necesita reevaluar sus valores y aprender a respetar la diversidad de decisiones personales. Solo así podremos aspirar a una verdadera convivencia democrática y respetuosa.