Ascenso de(l) Córdoba
Firma de Opinión del historiador Gonzalo Herreros
Ascenso de(l) Córdoba
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Córdoba
Entre el domingo y el lunes la ciudadanía cordobesa pareció despertar de su tradicional y barojiano letargo para regar las calles de regocijo y cánticos corales tan desafinados como vehementes. Nuestro club de fútbol local había ascendido a 2ª división. Mejor dicho, había conseguido volver a esa categoría. Fuegos artificiales, bengalas, ríos de camisetas blanquiverdes en los cuatro puntos cardinales de la ciudad, foto con el alcalde, foto con el obispo, un Gran Capitán que no se pudo resistir a que le colocaran bandera y bufanda sobre su armadura napolitana, altavoces con los últimos éxitos juveniles, calles cortadas y una euforia inusitada aderezada con algún conato violento e intervención policial. En fin señores, España y su fútbol una vez más. Y no seré yo quien rehúse la importancia de la alegría popular, pero convendrán conmigo que quizá el despliegue de adrenalina estaba más acorde con haber ganado una Champions que con un ascenso. Pero en estas lides del balompié quien no se consuela es porque no quiere, y siempre hay tiempo y excusas para desgañitarse con himnos entre los colegas.
Y yo me pregunto, si es amor a nuestra tierra, ¿dónde estaba todo ese gentío cuando nos concedieron la base logística del ejército? ¿Con el doble Premio Nacional de Música de Mª José Llergo y Borja Cámara hace dos semanas? ¿en el funeral de Antonio Gala el año pasado? ¿En el concierto del mayor pianista vivo, Grigori Sokolov? ¿En la marcha del día del Orgullo el pasado viernes? ¿En las manifestaciones por la Educación Pública?
A ver si esto de esto de llevar a Córdoba en el corazón no es más que una máscara humeante para canalizar la exaltación por lo mismo de siempre.