Mitos del fin de un mundo, una exposición de José Juan Yborra y Enrique Martínez

Algeciras

Explica José Juan Yborra que "los mitos son pre-textos, pero también pretextos: son anteriores a los textos, aunque también excusas al servicio de las ideas. Quizás por ello, los mitos son también imágenes".

Esta exposición está formada por una cincuentena de textos de José Juan Yborra donde se realizan reflexiones de una buena serie de mitos relacionados con el estrecho de Gibraltar, una serie de mitos autóctonos e importados, una serie de mitos que hemos querido contemplar desde un costado diferente, para entenderlos mejor y para entender su vigencia. Junto a estos textos se incluye otra cincuentena de lienzos de Enrique Martínez Andrés donde se ofrece una visión muy peculiar de los mismos, ya que el texto lo entendemos como relato pero también como icono; como imagen y como palabra. Ambos: los textos y los cuadros se han venido publicando a lo largo del último año en cincuenta entregas semanales en Europa Sur.

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Vivimos en una zona de mitos, de numerosos mitos. Pocos territorios como el que rodea el Estrecho poseen una mayor riqueza de leyendas y figuras que se entremezclan y conviven, siguiendo intereses confesados y ocultos hasta superpoblar un lugar sucesivamente colonizado. Han sido tantas las expediciones foráneas en busca de un legendario occidente que han terminado ocultando el componente mítico autóctono para quien este lugar no era un fin del mundo, sino el centro del suyo propio.

El estrecho de Gibraltar ha sido, desde el principio de los tiempos, un enclave donde han tenido claras referencias los mitos orientales que han conformado la cultura occidental: desde los semíticos El y Ashera-Astarté, el tartésico Habis o el polionomásico Melkart-Heracles-Hércules. En estos territorios se sitúan míticos Leteos y Gorgonas, Hespérides y Perseos, Cerberos y Carontes, Hades y Orfeos; aquí Hércules realizó tres de sus doce trabajos clásicos y ha pervivido en escudos, monedas y banderas.

Atlas: cuando el cielo es un castigo

Las primeras interpretaciones del mito lo ubicaron en la orilla norte del Estrecho. Hesíodo lo hizo cargar con la bóveda celestial muy cerca del Jardín custodiado por sus hijas, mientras que Homero ofreció una visión más compleja: consideró que más que sostener, Atlas vigilaba dos altas columnas que eran el verdadero soporte del cielo en una evidente confluencia de mitos relacionados con el Canal. El autor de la Odisea le otorgó más valores a Atlas y lo consideró como un ser de gran sabiduría, conocedor de los planisferios celestes y de las profundidades marinas.

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En una clara muestra de distopía temporal, la figura de Atlas se relaciona con otras dos legendarias del estrecho de Gibraltar: en primer lugar con Perseo, al cual le negó la hospitalidad debida al temer que le robara sus posesiones. El héroe griego, que portaba en su mágico zurrón la cabeza de Medusa, la utilizó para convertirlo no solo en piedra, sino en toda una cordillera que aún lleva su nombre en la orilla africana. Mucho más conocido es el episodio de Heracles, descendiente de Perseo, que se encontró con un Atlas todavía humano en un ejercicio de ilógica diacronía. Tras recibir el encargo de robar las manzanas de las Hespérides, el héroe convenció al padre de las guardianas para sustraer los apreciados frutos; para ello lo relevó en la tarea del apoyo de la bóveda celestial. Tras el regreso de Atlas con las manzanas y tras comprobar su decisión de no reemplazarlo, Heracles recurrió a la astucia para convencerlo de que retomara por un instante su rol de sostén del cielo mientras se acomodaba la capa. El que intentaba burlar acabó burlado. El personaje autóctono fue engañado por el griego en una muestra de supremacismo cultural que acabó relegando a Atlas al castigo eterno de los dioses olímpicos.

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