La realidad de los menores no acompañados en Córdoba: "Arriesgamos la vida en una patera para buscar un futuro y ayudar a nuestra familia"

Córdoba

Ayoub el Maimouni había cumplido los 16 años cuando nadó durante tres horas para llegar desde Marruecos a Ceuta. Allí se subió a una patera que lo llegó hasta Tarifa. Ha pasado por distintos centros de menores hasta que recaló en Lucena y luego en Córdoba. Solo soñaba con un futuro mejor, procedente de un lugar sin oportunidades. En Ceuta llegó a dormir en el duro cemento de una pista de baloncesto a la intemperie, "sin manta ni nada". Situaciones desesperadas difíciles de imaginar para un niño. Hoy es encargado en un restaurante.

Un año menos tenía Ousmane cuando viajó durante días en una patera hasta Motril. También solo, sin familia, tuvo un recorrido similar a Ayoub hasta que llegó a la capital cordobesa. Hoy es integrador social en la Fundación Don Bosco, estudios que realizó gracias a su sueldo en la hostelería. También consiguió completar un grado medio de cocina.

Mohamed Zetaber llegó en 2017 a España, en similares circunstancias, con tan solo 13 años. En los primeros días tenía "miedo" y echaba de menos a su familia. Lleva años en Córdoba y hoy trabaja como peluquero en un reconocido negocio.

Todos ellos han contado con el apoyo de la Fundación Don Bosco, que no solo cuenta con programas para Menores Extranjeros No Acompañados (MENA), sino con itinerarios para su emancipación.

"Esto solo lo podrían haber hecho teniendo un soporte detrás. Para que no entren en el círculo de las necesidades básicas, sino que puedan soñar y cumplir esos objetivos que traían. Escuchándolos de nuevo lo que se me viene a la cabeza es mucha admiración hacia ellos. Por eso nos sorprende esa imagen tan alejada de lo que son porque ellos no son la excepción. Ousmane, Mohamed y Ayoub no son la excepción sino el ejemplo de esa mayoría", explica en Hoy por Hoy Antonio Alférez, coordinador de proyectos de la Fundación Don Bosco.

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Es la misma idea en la que incide Ousmane, que hoy se dedica a trabajar en la adaptación de otros chicos que llegaron como él. "Pienso que no vamos a arriesgar nuestra vida en patera cuatro o siete días para venir aquí a violar o robar. Venimos aquí para mejorar nuestro futuro y ayudar en todo lo posible a nuestra familia", insiste.

Y es que las siglas MENA se han convertido en un término despectivo que usan quienes desarrollan discursos de odio contra estos menores. Sin datos y desde el desconocimiento y la política del miedo.

Unos discursos que han crecido en pleno debate del reparto de menores no acompañados entre las comunidades autónomas. De hecho, VOX ha dejado los gobiernos regionales que mantenía con el PP después de que la formación de Feijóo se mostrara favorable al reparto y atención de los menores. Aunque no ha sido un acuerdo fácil.

Este lunes, el gobierno ha registrado una modificación del artículo 30 de la Ley de Extranjería para garantizar ese reparto entre las comunidades autónomas. El Partido Popular pide recursos a las comunidades que asuman su acogida. Hoy Canarias cuenta con más de 6.000 menores en su sistema, una situación insostenible.

Estos debates y la deshumanización de los niños y niñas que llegan a España solos generan actitudes de racismo contra ellos. Tanto cuando son menores como al alcanzar la mayoría de edad. "Lo sufro en el trabajo y en la calle. Ayer una chavala me dijo: moro de..., fuera de tu país. Muchas veces estoy en el trabajo y la gente también me habla de una forma horrible".

Y estos prejuicios, que desarrollan actitudes racistas, también les afecta a la hora de conseguir una vivienda. "Para buscar un piso de alquiler, pasa que la gente ve que somos inmigrantes y cree que vamos a robar o que no vamos a pagar", explica Ayoub.

"Si no defendemos desde la educación estos temas podemos retroceder. Y ellos hacen bien en no alimentar el discurso de odio. Los chicos y chicas que están recibiendo estos tratos y comentarios hacen un ejercicio admirable de contención. No sé si nosotros, si estuviéramos en otro país, viviríamos estas situaciones de la misma manera", cuenta Antonio Alférez. Ahora, los tres colaboran con la Fundación Don Bosco porque "la vida de las personas continúa y siguen necesitando un acompañamiento como personas adultas. Por si tienen alguna dificultad... Esto no deja de ser su casa".