Hartazgo empresarial
Firma de Opinión de Alfredo Romeo, empresario y emprendedor
Córdoba
Acabamos de terminar el verano, una temporada que, en teoría, debería brindarnos algo de alivio o satisfacción tras el esfuerzo realizado. Sin embargo, lejos de sentirnos renovados, lo que noto entre muchos de nosotros, los empresarios, es una creciente desilusión, hartazgo e incomprensión.
Como empresarios, trabajamos sin descanso, asumiendo riesgos considerables para mantener nuestros negocios a flote y, por extensión, para sostener el Estado del bienestar del que todos disfrutamos. Sin embargo, a pesar de nuestros esfuerzos y del riesgo inherente a nuestra actividad, seguimos siendo el blanco de críticas y regulaciones que, con frecuencia, se sienten desproporcionadas.
Es frustrante ver cómo nuestra búsqueda constante de la excelencia, y el riesgo personal que ello implica, parece no ser ni comprendida ni valorada. Somos nosotros quienes, en última instancia, ponemos en juego todo nuestro capital y afrontamos las deudas derivadas de un mal negocio, todo mientras se nos exige mantener un estándar impecable y crear empleo de cada día más calidad y trabajando menos horas. Cada día parece haber más derechos para todos, excepto para quienes arriesgamos.
La percepción pública tiende a centrarse en lo que, supuestamente, hacemos mal en nuestras gestiones, sin considerar las enormes presiones financieras y laborales que soportamos. Esta situación genera un cansancio profundo, no solo físico, sino también emocional, que va erosionando nuestra motivación.
Es fundamental que se nos apoye y se reconozca el papel crucial que desempeñamos en la economía y en la vida diaria. Sin este respaldo, corremos el riesgo de que el cansancio y la desilusión se conviertan en abandono, dejando únicamente a las grandes empresas para sostener una sociedad que, sin la diversidad y la vitalidad que aportan los pequeños y medianos empresarios, perdería mucho más de lo que se imagina.