Valores perdidos entre vasos de cumpleaños

Córdoba

Cuando el peso de la generación perdida cayó sobre nuestros tímpanos, juntamos a nuestro grupo de limpieza de espacios naturales con el fin de recuperar lo perdido. Así, varios jóvenes sin aprecio alguno hacia el ser humano quisimos ensuciar otro descanso dominguero y adentrarnos en el Parque del Patriarca. Ningún lugar mejor para buscar nuestros valores que entre la mierda que somos, pues entre mierdas nos entenderíamos de maravilla.

Al comienzo de la expedición, nada de nada. Plásticos sueltos, algún que otro cristalito, pero poca cosa. Fue llegar a una zona de mesas de picnic y cantar eureka. Vasos con estampados de princesas, sombreros de cono, vajilla de usar y tirar… Todo apuntaba a una fiesta de cumpleaños infantil, o sea sé, niños celebrando en compañía de adultos ejemplares. Y una invitada forzada, la naturaleza, incapaz de digerir cuánta diversión inocente se le había echado encima.

Un algo de empatía y de respeto pudimos rascar; algo viscosa, pero suficiente para aliviar nuestro mal karma. De regreso, más adultos igual de ejemplares alababan nuestro compromiso con el medio ambiente. Serán cosas nuestras, pero pensamos que el entusiasmo de esos aplausos bien podría emplearse en intentar que iniciativas así no sean necesarias.

Lo que daría por agradecerles su apoyo con un buen abrazo de oso, a ser posible recién embarrado. Quizás pudiéramos hacer un intercambio entre generaciones: ellos nos prestan una pequeña parte de esos valores que nos faltan, y a cambio, yo les doy otra de ese cargo de conciencia que a todos se nos olvida en alguna ocasión.