¿ A qué sabe el paraíso?
Firma de Opinión del profesor de Historia, Gonzalo Herreros
¿A qué sabe el paraíso? Gonzalo Herreros
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Córdoba
Hay elementos de la creación humana que andan por el tiempo y por el espacio sin buscarse pero, como diría Cortázar, sabiendo que andan para encontrarse. Esa es la conclusión a la que pudieron llegar los oyentes que acudieran este pasado martes a la Mezquita-Catedral a escuchar la 9ª Sinfonía de Beethoven, que abrió el XVII Congreso de Ciudades Patrimonio de la Humanidad. El Coro de ópera y el Coro Ziryab acompañaban a la Orquesta de Córdoba bajo la dirección de su nuevo titular Salvador Vázquez en la interpretación de esta monumental última sinfonía del genio alemán.
Durante 70 minutos se produjo la magia.
La antigua Mezquita aljama omeya, luego catedral mariana, desde las primitivas trazas emirales hasta la suntuosidad califal, los aires bizantinos y mudéjares, el último gótico, el Renacimiento de los Hernán Ruiz, o el más logrado barroco del coro de Duque Cornejo, panteón de reyes y jerarcas, de plumas y espadas, se culminó con la colocación de sus púlpitos, después un milenio de trabajos, cuando Beethoven era aún un niño.
Por su parte, la Sinfonía coral del músico germánico muestra una inmensa síntesis de otros mil años de evolución musical, desde la monodia casi gregoriana a la fuga barroca, una estructura clásica pero con expresión romántica, y más allá. Cuando se apagaron sus enfermizos oídos, probablemente, sin escuchar jamás el nombre de Córdoba, el legado de Beethoven preveía ya las vanguardias de un siglo después, mientras que en nuestra ciudad aún se escuchaban los viejos clavecines dieciochescos.
Dos realidades cumbre tan lejanas, y sin embargo tan perfectas la una con la otra. Toda la historia de Occidente resumida en un templo y en una sinfonía a la vez, en una experiencia tan sublime que, quien la viviera, ya conoce a qué sabe el paraíso.