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Opinión

«Creencia de tierra», la columna de Lola Fernández

«El ser humano no escarmienta, sigue tropezando en la misma piedra una y otra vez, sigue queriendo más a ese sillón que da el poder, siguen una vida lineal, que no camino recto y la vida no es lineal, sino un círculo que va y viene»

La opinión de Lola Fernández

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Comentario de Lola Fernández

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Morón de la Frontera

Decía el escritor Albert Camus que «el otoño es una segunda primavera donde cada hoja es una flor».

En este otoño revuelto de noticias, desastres y guerras, donde se esconden las mentes bélicas, las mentes terroristas, las mentes de caciques territoriales que abonan sus propios egos con la verdad absoluta de sus creencias, políticas o religiosas.

El ser humano no escarmienta, sigue tropezando en la misma piedra una y otra vez, sigue queriendo más a ese sillón que da el poder, siguen una vida lineal, que no camino recto y la vida no es lineal, sino un círculo que va y viene.

Y estos caciques dueños de las vidas de los demás, creen vivir en un tiempo demasiado acomodado y que se parece más a ese perro que gira sobre sí mismo intentando morder su propia cola.

¿Y qué hacemos los que estamos al otro lado de la barrera?

Mirar hacia esa línea que se vuelve obscura y tenebrosa, pero lejana. Porque temerosos no queremos que nos salpiquen esas esquirlas ajenas, mientras defendemos uno u otro bando, seguimos siendo egoístas porque siempre separamos más que unimos.

Nos atrae cada vez más la llamada al abismo. Y en ese fondo solo existen piedras afiladas.

Aquí, en la superficialidad del mundo seguimos cumpliendo años de nuestra historia, porque la vida es un juego con una sola regla: seguir porque seguir no es una decisión, seguir es nuestro único cometido.

Y como tal, mientras, ponemos en pie nuestra propia libertad, aquella que era un idílico futuro en democracia, como en un juego de niños, pisamos por donde quedaron las huellas buscando regresar, esto es la vida, creo.

Como si los viajes comenzaran sólo en el regreso. Así, de esta manera nos zarandeamos expulsando todo lo que nos afecta, porque cuando estamos perdidos buscamos el destino en la memoria.

Y dentro de los oscuros momentos que encontremos, siempre habrá un rayo de luz que encienda esta memoria, sintiendo que con ella es posible llegar a donde no hemos sido capaz de hacerlo solos.

Y dentro de esa memoria y esa luz hoy les recuerdo porque quizás ha pasado desapercibido el cumpleaños de nuestra ciudad, o desde cuando Morón, “pueblo desparramado caprichosamente por los llanos que llaman de la campiña”, como escribía nuestro cronista Juan José García López, ha cumplido 130 años desde aquella concesión del título de ciudad por la reina regente María Cristina el 28 de septiembre de 1894.

Por eso y a pesar de todo yo sigo llamando ciudad a mi pueblo y porque los que abandonamos nuestros pasos por esta ciudad, cuando hablamos de Morón nos sentimos orgullosos de él, pueblo o de ella, ciudad. El otoño trae horas doradas y flor a cada hoja, así que en este cumpleaños quiero quedarme siempre en esta hora dorada, en la que ahora vivo, cuando el sol se retira y se despereza sobre la tarde y la que precede a la noche.

 
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