Pedagogía de la belleza

Córdoba

El pasado miércoles, en clase de 4º del grado de Ciencias de la educación, el antiguo magisterio, investigábamos sobre los diferentes modos en los que se puede transmitir, o representar la idea de belleza. No sé si fue la timidez o la dificultad del ejercicio, pero a mis alumnos les costó encontrar referencias en las que identificarla. Apenas comentaron 2 o 3 ideas, todas relacionadas de manera directa con el universo de la imagen. Usar la fotografía digital y retocarla con el editor por medio de filtros, o contemplar un cuadro, fueron las principales propuestas que salieron a relucir. Nadie habló de la belleza de los arcos de la Mezquita, o de la hermosura de los árboles centenarios de los jardines de Colón, o de la forma sensual y voluptuosa de un botijo de La Rambla.

Salí de clase preocupado preguntándome cómo era posible que no fueran capaces de reconocer la belleza en aquello les rodea, eso sin contar el desasosiego que me produjo el binomio belleza-pantalla que parecía haber bloqueado cualquier otra perspectiva más allá del mundo digital. Sospecho que la omnipantalla ha codificado y concentrado la mirada de tal manera, que va minando, poco a poco, toda posibilidad de experiencias estéticas en el mundo real.

Entonces me acordé de la teoría del filósofo David Hume que defendía que la belleza es una cualidad subjetiva que reside en el sujeto que contempla o el sujeto que crea, situando el foco de lo bello dentro de cada uno de nosotros, es decir, somos responsables de cultivar esa cualidad de cara a reconocer belleza allá donde estemos.

Por suerte el curso acaba de comenzar y mis alumnos han aceptado de buen agrado, guardar las pantallas en sus mochilas durante el tiempo que dure la clase. Les he dado las gracias apuntándoles que ese gesto me ha parecido bello. No pierdo la esperanza.

Que tengan un buen día.

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José Carlos Ruiz

@srjosekarlos