Las dos ciudades: la Magna y las Tres Mil
El subdirector de Diario de Sevilla, Carlos Navarro Antolín, reflexiona sobre el gozo del próximo 8 de diciembre y los jarros de agua fría que sufrimos con las Tres Mil y el retraso de la obra del Puente del Centenario
Carlos Navarro Antolín: Las dos ciudades: la Magna y las Tres Mil
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Sevilla
Nos hemos pasado una semana con las Tres Mil en los telediarios por las operaciones policiales contra el narcotráfico. Se habla de nuevo de la conveniencia de derribar los bloques vacíos, porque el vacío genera inseguridad. Está demostrado que al final acaba en manos de quienes han normalizado las actividades ilegales. Quizás sea buena la idea de las demoliciones, pero si se tiene claro que después hay que levantar equipamientos para, poco a poco, apostar por la regeneración urbanística del barrio. Mejor será cuanto más presentes se hagan las instituciones con sedes oficiales desde las que prestar servicios. Se trata de ocupar, hacerse presente, normalizar.
Y también nos hemos pasado una semana, y lo que nos queda, con los preparativos de la Magna del 8 de diciembre con sus casi 22.000 sillas y un record ya garantizado de reservas en los hoteles.
Asistimos con más evidencia que nunca a las dos ciudades: la de la cara triste de las Tres Mil, donde se rozó de nuevo la tragedia, y la folclórica de una piedad popular que dura todo el año.
Una ciudad con dos velocidades, capaz de la belleza hasta límites que alcanzan la saturación, e incapaz de acabar con la vergüenza que lastra el Polígono Sur.
La vida misma. Y sin faltar el jarro de agua fría del retraso confirmado en la obra del Puente del Centenario, que ya se fija para 2026, y de un Metro necesitado no ya de más líneas, sino de más trenes en la única que funciona.
Tengan claro que a la Magna del 8 de diciembre llegaremos con todo a punto. Hay una Sevilla que no falla ni en tiempos de excesos.