'Cara B' de la Ciudad de la Justicia: de la guitarra al pincel
Operadores jurídicos reconocen "ocultar" sus vocaciones artísticas a sus compañeros de toga
Córdoba
La toga hace coraza. El lenguaje jurídico marca distancia. Sus decisiones dan vuelcos a las vida de muchos. Y su mirada en una sala incluso impone e intimida. Sus aficiones, no obstante, son las del resto de mortales. También sus vocaciones artísticas, en muchas ocasiones desconocidas o incluso camufladas frente a sus compañeros de profesión, según reconocen. Por eso hay que buscarlas con tesón entre los despachos de la Ciudad de la Justicia de Córdoba, pero existen.
"Abogados, jueces, fiscales y resto de operadores jurídicos somos personas", aclara Fernando Santos Urbaneja, Fiscal delegado de la Sección de Apoyo a las Personas con Discapacidad y Mayores en Andalucía. Habrá perdido algunos casos, pero nunca la voz a la hora de defenderlos. Desde su etapa en el colegio de Carrión de los Condes, formó parte de un coro de voces blancas, después fundó la coral de su pueblo natal; y terminó el grado superior de Canto apenas un mes antes de aprobar las oposiciones al Ministerio Público.
Dice haber aprendido mucho gracias a la música, pero especialmente, desarrollar una "sensibilidad especial y capacidad de abstracción mayor que en muchos casos se puede utilizar ante un jurado". Desde el Canto Gregoriano hasta Ópera pasando por un amplio repertorio clásico, Fernando Santos Urbaneja utiliza la voz "de forma natural". Pero también se afana en explorar, traste a traste, la guitarra.
"Esto era algo que hacía en la intimidad, me daba cierto pudor que mis compañeros de 'oficina' conociesen esta afición", admite. Pero, bien fuera una casualidad o una causalidad, su habilidad a las seis cuerdas quedó expuesta cuando en su camino se cruzó el luthier René Izquierdo. Y no en cualquier camino, sino en la ruta de Santiago Apóstol.
Este virtuoso de la construcción de guitarras encontró en la provincia de Palencia un hogar casi por una revelación sobrenatural. Allí coincidió con Santos Urbaneja y ambos se aventuraron juntos a crear la Asociación Camino Artes. Ambos se hicieron responsables entonces de organizar el Curso Internacional de Guitarra de Carrión de los Condes, una cita anual que reúne a los máximos exponentes de las seis cuerdas en el ámbito de la música clásica durante 15 días.
El encuentro, además de talleres formativos incluye una parte lúdica que dinamiza esta zona rural. Porque esos guitarristas ofrecen conciertos en las principales iglesias que recorren el Camino de Santiago. Desde su fundación, se acumulan más de 700 recitales de guitarra.
"Esa labor de coorganizador me desveló ante el público y también ante muchos juristas", bromea el fiscal, que ahora intenta guardar "al menos media hora al día para practicar con la guitarra". Es su "método de evasión", explica, pues "los relatos que se escuchan en el despacho de un fiscal son muy duros". Santos Urbaneja cree que "en el interior de jueces y fiscales siempre queda un dolor residual que permanece y que consigo aliviar haciendo música".
Fernando Santos Urbaneja: "Por los acordes de la guitarra pasan todos los bálsamos"
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Es el efecto que busca en un lienzo en blanco Mercedes Daza, jueza en el Juzgado de Primera Instancia número 11 de Córdoba. La pintura es su forma de "disociarse de la realidad", garantiza en declaraciones a La SER. Una de sus principales preocupaciones está en los casos de Cláusulas Suelo, su ocupación vocacional está en el pincel.
Sus obras han pasado por ciudades como Berlín (Alemania) o Los Ángeles (Estados Unidos), también por espacios como el espacio cultural que la Universidad de Córdoba tiene en la plaza de La Corredera; y próximamente viajarán Colegio de Abogados de Almería. Pero llegar a este punto le ha supuesto años de método: "En el colegio ya dibujaba y es algo que perfeccioné durante la adolescencia", explica, "luego llego la carrera de Derecho y las oposiciones, que por un lado me distanciaron un poco de la pintura por tener algo menos de tiempo y al mismo tiempo me reconectaron con ella".
Desde siempre, dice, "pintar ha sido mi forma de desconectar, mi terapia". Así que intenta separar su desempeño profesional de su rama artística lo máximo posible. "Generalmente pongo un disco de Bob Dylan o de Andrés Calamaro y me dejo guiar", especifica, "porque me gusta transformar la realidad, sin perseguir siempre la estética".
Como su arte pictórico es abstracto, Daza se permite ofrecer en sus exposiciones un producto transmedia. Acompaña sus obras de pequeños relatos de su puño y letra "que inviten a la reflexión o evoquen alguna sensación complementaria a la que produce visualizar la pintura".
Entre ellos, escoge para recitar ante un micrófono Pecado Capital, de evocación casi erótica. Aunque concede que el pecado que más encuentra en una sala de juicios es la avaricia.
Mercedes Daza recita su microrrelato 'Pecado Capital'
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Y quizá el caso más emblemático lo represente el presidente de la Audiencia Provincial de Córdoba, Francisco de Paula Sánchez Zamorano. A sus funciones como juez se suman sus labores de representación y su desempeño como escritor. Al magistrado esta afición le llegó tarde, quizá porque estaba confeccionando un mundo interior lo suficientemente vasto como para plasmar en poemas y novelas.
"Utilizo la narrativa literaria como una plasmación de la memoria. Mi infancia rural y el contacto con el paisaje han sido una fuerte inspiración explica por las constantes referencias a la naturaleza en sus obras— . gigante, así como mi educación, obsesiones o experiencia profesional", dice Sánchez Zamorano.
Así, el presidente de la Audiencia describe la profesión de juez como "fuente inagotable de inspiración", asegurando que "en mis novelas y relatos hay siempre retazos y huellas del mundo jurídico, lo cual es normal porque es lo que mejor conozco". "Por un juicio desfilan los seres humanos con sus obras y acciones, con sus grandezas y miserias, con sus miedos y rencores. Y eso invita a aprovechar todo ese material para crear historias ficticias, claro, para que nadie se vea reflejado en ellas", afirma.
De este modo, confiesa recurrir a la metáfora para evocar emociones, especialmente en la poesía, "un género en el que la metáfora es de obligado cumplimiento", sentencia. Aunque su última obra, Los Latidos del Alba, le ha forzado a emplear un lenguaje más directo. Se trata de la primera incursión de Sánchez Zamorano en la literatura juvenil, movida por la experiencia personal de ser abuelo. "Esa ilusión es la que ha dictado los poemas que conforman la obra y fraguó las acuarelas que la ilustran".
Es un libro para todos los públicos, pero empañado por una vocación de educar en el placer de la lectura. Está convencido de que una sociedad bien formada desde la infancia hará que los juzgados dicten menos sentencias en el futuro.
Álvaro Guerrero Jiménez
Redactor y editor en los servicios informativos de la Cadena SER en Córdoba. Previamente ha trabajado...