Esperando a los bárbaros.
El Comentario de Julián Granado.
El comentario de Julián Granado
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Morón de la Frontera.
Hace 50 años me decía un amigo, muy anglófilo él, que los londinenses se sentían como
invadidos en su casa por paquistaníes e hindúes. El imperio colonial había implosionado,
y ahora todos los hijos de la Gran Bretaña, con su pasaporte Commonwealth, corrían a
afincarse bajo las mismísimas faldas de su Graciosa Majestad. Durante 50 años, el
fenómeno ha venido expandiéndose por toda Europa: Francia, Países Bajos, Suiza,
Alemania, Escandinavia e Italia atestadas de magrebíes, turcos, eslavos, sirios, latinos…
Y nosotros los españoles, como puerta meridional de Europa que somos, recibiendo las
oleadas humanas que nos traen las mareas desde el Norte de África.
Esperando a los bárbaros, decía aquel poema de Kavafis. Refiriéndose a los bárbaros no
por su barbarie, sino como extranjeros, que se filtraban imparables bajo las inútiles
fronteras. Una superpoblación de brutos y legionarios a la que la remilgada ciudadanía
romana terminaría cediendo el testigo. Y a no dudarlo, nuestro siglo XXIseguirá los pasos
del Imperio Romano, invadido por los bárbaros. Fuimos a sus países de origen, con la
codicia de abrir mercados. Y ahora los recibimos en casa como recibe el cazador en el
hombro el retroceso de su escopetazo. Chinos que nos vendían pilas en domingo,
ecuatorianas imprescindibles para cuidar de nuestros mayores, negros y moros baratos
para hacer de extras en nuestras películas, rumanos que vivían de nuestra basura.
Bárbaros, extranjeros que vinieron de donde la miseria, para solucionar nuestra hundida
natalidad y doblar el espinazo por nosotros, y ahora que ya no cabe un alfiler constituyen
el problema. ¿Para ellos? No, para nosotros. ¿Y cuál es? Pues que se han hecho un hueco
expansivo, en el que ni el paisaje, ni la cultura ni la lengua materna son ya las nuestras,
sino las suyas. ¡Vaya por Dios! ¿Y qué hacer? ¿Doctrina multicultural? ¿Empatía
migratoria? ¡Monsergas! Las civilizaciones en alza y declive no cohabitan mucho tiempo.
Así es que la vieja Europa está a punto de descubrir lo que significa ser “descubierta” por
el colonizador. Y yo veré cómo los Latin Kings, a ritmo de insufrible reggaeton, y favor
por favor colombino, rebautizan mi barrio con el nombre de Nueva Colombia. Tanto así,
que al próximo mejicano que vaya a cenar les pienso pedir formalmente perdón por
haberlos “descubierto hace 500 años”, como se decía en la lengua del Imperio hace apenas
50.