Por las barbas del profeta.
El comentario de Julián Granado.
El comentario de Julián Granado.
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Morón de la Frontera.
Me parece que esta película ya la he visto yo antes, y más de una vez. Los rebeldes islámicos entrando en la capital, al grito de ¡Alá es grande! y disparando al aire los Kalashnikof, para derrocar al infiel de turno. Casi siempre, un régimen que empezó siendo Estado laico, incluso socialista, y se ha convertido en una sanguinaria tiranía personal, cuando no familiar, carcomida por la corrupción y las conjuras intestinas. Sí, en anteriores versiones de la película, el destronado era el Sha de una monarquía de lujerío pagano, muy mal visto por los ayatollás. En otra de las entregas, era el odiado Sadam, puesto en búsqueda y captura por la CIA, el que terminaba colgando de una soga, una vez juzgado y condenado por etnias rivales que no eran mejores. Sin olvidar aquella secuencia de cámara indiscreta: la del libio Gadafi, extrañamente admirado por Aznar y puesto en la diana de los enemigos de Norteamérica. Un prometedor caudillo que terminaría su huida hacia adelante suplicando por su vida a los que se la quitaron de mala manera. Y por estos días, en la versión más actualizada de la Yihad islámica, le tocó la china al régimen sirio de los Assad. Acostumbrado como estoy a que, tras la caída de las dictaduras comunistas, las estatuas de Lenin son siempre las que pagan el pato de la ira popular, no me ha extrañado un pelo que tras el derrocamiento de un protegido de Moscú sea la tumba de su padre, Hafed el Assad, la incendiada. Antes de que un grupo de muyahidines, como bomberos talibanes, se terminen meando en las llamas. ¿Para apagarlas? No. Parece ser que la ceremonia de profanación es obligatoria y ritual. Luego vendrán las leyes para aplicar la Sharía, el encierro y esclavización de las mujeres, la prohibición de que trabajen, la policía de la moral vigilando las calles. En fin, una tiranía como la de los Assad, pero al modo teocrático que no le moleste a Washington, y no incordie a Israel ni proteste por sus bombardeos. ¡Por las barbas del Profeta! Esta película es siempre la misma. Y ya cansa.