Despoblación, un problema andaluz
Andalucía debe tomarse en serio la pérdida de habitantes en la mitad de sus municipios
La Columna de Alberto Grimaldi (26/12/24)
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Sevilla
Uno de los grandes éxitos de la Autonomía andaluza en términos reales fue la fijación al territorio de la población: la supervivencia de los pueblos, en muchos casos bastante más poblados que la media española, y la posibilidad de tener similares oportunidades a igual renta que en grandes conurbaciones.
Cumplidos 43 años del primer Estatuto, la despoblación comienza a ser un problema que se instala en la agenda pública andaluza.
La cuarta parte de los pueblos de la provincia de Sevilla está en riesgo de despoblación –localidades con menos de 3.000 vecinos–, mientras sólo ganan habitantes grandes poblaciones del entorno de la capital.
Capitales de provincia como Cádiz ven como una espada de Damocles perder el listón de los 100.000 habitantes, con las devastadoras consecuencias económicas que tendría para la Hacienda Municipal: hay 40 millones de ingresos proporcionados por el Estado en juego.
Son ejemplos de una tendencia común en toda Andalucía, pues la mitad de sus más de 800 municipios está ya en riesgo de despoblación y que tiene causas multifactoriales. Algunas de ellas que afectan a toda Europa, como el envejecimiento de la población y su reducción por mortis causa: aunque haya mejorado ostensiblemente la esperanza de vida, seguimos siendo mortales. Pero también influye un tejido productivo en el que los servicios, focalizados en las grandes urbes y en la costa, atrae población del interior.
En el reciente discurso de política general, el presidente Juanma Moreno solo citó la despoblación en una ocasión, para anunciar medidas en la provincia de Jaén, una de las que sufre este problema desde hace más tiempo.
Andalucía, aun siendo la autonomía más poblada, debe tomarse en serio este problema e intensificar las políticas para revertirlo. Ya cuenta con algunos incentivos fiscales, pero hace falta una política transversal en toda la comunidad para abordarlo.
Y, por supuesto, la migración regulada es una de las vías para hacerlo. Por ello, no cabe más que rechazar a quienes estigmatizan a quienes aspiran a integrarse y compartir esfuerzo y prosperidad con los andaluces.