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El uso de repelentes, clave para prevenir picaduras y enfermedades transmitidas por insectos

Con la llegada del buen tiempo, aumenta la presencia de insectos picadores y, con ello, la importancia de aplicar correctamente los repelentes autorizados.

a mosquito in the human arm,macro

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Morón de la Frontera

Tal y como ha anunciado el Ayuntamiento de Morón, cada año, los insectos picadores, casi imperceptibles pero incansables, multiplican su presencia, que puede traer consigo más que molestias: enfermedades que avanzan en silencio, de piel en piel, a través de la picadura más fugaz.

En este escenario, los repelentes no son solo productos de conveniencia. Estos productos, considerados biocidas del tipo TP19, requieren autorización expresa por parte de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) o de la Dirección General de Salud Pública. Su uso no debe tomarse a la ligera.

Las presentaciones son variadas—soluciones líquidas, tejidos impregnados, difusores suspendidos en habitaciones adormecidas por el calor—pero las pulseras repelentes, pese a su aspecto encantador, no forman parte del catálogo autorizado.

Conviene no confundir el ahuyento con el acto de matar. Los insecticidas buscan eliminar; los repelentes, persuadir. Ingredientes como DEET, Icaridina, Citriodiol o aceites esenciales componen fórmulas que, aplicadas con esmero, pueden mantener a raya a los visitantes indeseados. Su efectividad depende de muchos factores: concentración, temperatura, sudor, agua, o incluso el roce del protector solar.

Es fundamental elegir con criterio y leer las etiquetas. Allí está todo: qué insectos combate, qué edad es apropiada para su uso, qué contraindicaciones podrían surgir. Todo repelente debe estar registrado y su número de autorización, visible.

Al aplicar un repelente, el ritual es sencillo pero sagrado: leer, probar, esparcir. Nunca sobre heridas ni sobre ojos soñolientos. En niños pequeños, embarazadas o personas con dolencias previas, el consejo del profesional sanitario debe guiar cada gesto. Y si el sol también se filtra con fuerza, la secuencia correcta es clara: primero la protección solar, luego el repelente.

Pero más allá del frasco, existen otras barreras que el viajero estival no debe olvidar: mosquiteras como telones translúcidos, ropas largas que cubren la piel como una segunda sombra, evitar aguas estancadas donde el murmullo de las larvas es apenas perceptible.

Porque en este tiempo en que los insectos renacen y las enfermedades acechan, el conocimiento y la prevención son los verdaderos talismanes. Y un simple repelente puede ser el conjuro más poderoso.

Informa: Junta de Andalucía.

 

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