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Víboras

La opinión de Julián Granado

11.04.25 Julián Granado

11.04.25 Julián Granado

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Morón de la Frontera

Dii defendant nos a viperis. Que los dioses nos protejan de las víboras, dice un proverbio latino. Pues si todas las serpientes son de cuidado, y algunas peligrosas, las víboras más aún. Sobre todo la conocida como áspid capitalino, y muy especialmente la hembra, que en sus vesículas parlanchinas acumula un veneno mortífero y letal de necesidad. Esta toma la iniciativa si siente amenazada su especie, por batidas que reúnen a los cazadores al son de las trompas, cuyo sonido la despierta de su habitual letargo o pereza gobernantia. Cuando no es así, lo más frecuente es que solo reaccione cuando se siente atacada en su hábitat a título individual. Si, por ejemplo, es sorprendida en su madriguera mientras digiere los huevos ajenos que ha depredado, o en el granero donde se mimetiza entre la paja y el grano. Si es alertada por el chasquido de una rama, rota por el pie izquierdo del cazador o simple naturalista interesado en informar sobre ella, o el pie también izquierdo de los llamados monos rojos, ruber simiae… Entonces se alza, altiva como sus amaestradas compañeras cuando les tocan la flauta, y se vuelve sumamente peligrosa.

Pues es en ese momento cuando lanza como aviso un palmo de lengua afilada, língula vibratix, que emite un sonido característico, conocido por los herpetólogos como el et tu plus, y tú más. A veces, toda su estrategia se reduce a dicha cacofonía, imitada y repetida por la cohorte de gusanos vulgares, commune vermes, que la circundan y custodian en su nido.

Por suerte para el resto de las selváticas especies de la política y la ciudadanía, o hispanicus Senatus Populusque, la vida de estos especímenes viperinos no suele ser muy larga. En uno de sus avatares, les falla la puntería y se terminan clavando el afilado colmillo en la propia lengua, autoinmolándose así a causa del propio veneno. Exitus que es celebrado por los monos aulladores del bosque, para hacer cierto aquello de mortua vipera, ira super. Muerta la víbora, se acabó la rabia.

 

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