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La Misericordia

Comentario sobre la Estación de Penitencia de la Hermandad de la Misericordia

Arahal

Rafael Martín Martín - Cronista de la Villa

El jueves, 17 de abril de 2025, Arahal volverá a detenerse. Como cada año, aunque siempre con la emoción de la primera vez, el pueblo entero aguardará con el corazón en un puño la salida de su Cristo, el Señor de Arahal: el Santísimo Cristo de la Misericordia.

Desde la iglesia del Santo Cristo —una joya del barroco andaluz del siglo XVIII, levantada gracias al esfuerzo del indiano Juan Leonardo Malo Manrique y el apoyo del pueblo— saldrá la venerada imagen. Esta obra, esculpida en 1937 por el maestro sevillano Antonio Castillo Lastrucci, sustituyó a la original del siglo XV atribuida a Pedro Millán, que se perdió durante los trágicos sucesos de julio de 1936.

La imagen es el corazón de la Ilustre, Venerable y Real Hermandad de la Santa Caridad y Misericordia y Nazarenos del Santo Cristo de la Misericordia, María Santísima de los Dolores y Madre de Dios del Carmen. Esta hermandad, con más de cinco siglos de historia, fue fundada en 1501 y desde 1516 ha estado ligada al hospital de la Santa Caridad, ofreciendo ayuda cristiana a los más necesitados: pobres, enfermos y desamparados. Durante siglos, no solo los asistió, sino que también les brindó una sepultura digna.

Hoy, fiel a su espíritu de servicio, la hermandad da un paso más: está a punto de culminar las obras de una residencia de mayores en ese mismo lugar que siempre fue casa de misericordia.

Una hermandad viva, que ha crecido especialmente desde la última década del siglo pasado y que hoy supera los dos mil hermanos. Todos ellos, junto al pueblo de Arahal, vivirán un Jueves Santo lleno de fe, emoción y devoción.

Hablar del Cristo de la Misericordiaa, es hablar de una devoción que no entiende de siglos, aunque nace en el lejano 1501. Es un testimonio de la fe y la esperanza del pueblo. Desde su existencia, su imagen ha sido un faro espiritual para generaciones, atrayendo a fieles que acuden con humildad y fervor a su capilla. Este acto de acercarse continuamente al Cristo no solo refleja un compromiso religioso, sino también una búsqueda constante de consuelo, perdón y misericordia. Una fe que ha atravesado generaciones como un río de fuego manso, ardiendo sin consumir, iluminando sin deslumbrar. En cada mirada, en cada rezo, en cada silencio que se hace oración cuando Él aparece, está la historia viva de Arahal.

Lo más significativo es que, con el paso del tiempo, esta devoción no ha disminuido. Al contrario, se ha fortalecido en la constancia de los viernes, día tras día, semana tras semana, en que los fieles se acercan a rezar junto a Él. En esos momentos de oración, muchos llevan sus cargas, sus penas y también su gratitud, compartiendo con Cristo un diálogo íntimo que solo la fe permite.

Así, esta presencia continua en su capilla convierte ese espacio en un lugar vivo de encuentro, de comunidad y de esperanza, donde el Cristo de la Misericordia sigue siendo refugio de los corazones creyentes.

Y cuando el Cristo de la Misericordia cruce el umbral de su templo, elevado sobre su paso de estilo barroco —iluminado por los cuatro faroles de bronce que custodian su figura y flanqueado en las esquinas por angelitos del siglo XVIII—, con cartelas que evocan los dolores de la Pasión y un exorno de rosas rojas como ofrenda silenciosa…, una niebla de incienso dulce lo invadirá todo. Jesús, humildemente, cruzará la plaza.

No será solo una imagen la que avance bajo el cielo expectante de su pueblo. Será la herida abierta de la humanidad clamando redención. Será la Misericordia divina hecha presencia viva entre los hombres. Será el Dios del perdón que vuelve a caminar con los suyos y su pueblo, estremecido, regresando al encuentro sagrado con su Señor..

Las calles de Arahal no serán sólo adoquines y esquinas blancas esa noche. Serán caminos de fe, senderos de lágrimas contenidas y promesas murmuradas. Será un pueblo que se vuelca, que se transforma, que se reencuentra con lo eterno.

Junto a él y su madre, la Virgen de los Dolores, más de setecientos cincuenta nazarenos que lo acompañan junto con esa caravana de mujeres, como así le denominó Jacinto Martín, en sus Sonetos de primavera. Esa caravana que cada Jueves Santo sigue al Cristo de la Misericordia en su recorrido penitencial es uno de los signos más conmovedores y elocuentes de la fe popular. En ese caminar silencioso y solemne, se encierra una profunda expresión de amor, entrega y compasión, que conecta íntimamente con el sufrimiento de Cristo y el dolor de la Madre.

Estas mujeres no solo acompañan una imagen, sino que reviven, con cada paso, el camino del Calvario. Sus rostros serenos, sus ojos muchas veces cargados de emoción, sus oraciones en silencio o en susurros, hablan de una devoción que trasciende lo exterior: es un acto de fe íntimo, de identificación con el dolor redentor, de solidaridad espiritual con quien entregó su vida por todos.

Cada una de ellas lleva consigo alguna intención, una promesa, una pena o una acción de gracias. Y en ese seguir al Cristo, se hacen parte del misterio pascual, convirtiendo las calles en un templo viviente, donde la fe se hace visible y contagiosa.

Esa caravana es, al fin y al cabo, un testimonio vivo del vínculo entrañable entre el pueblo y su Cristo, donde las mujeres —con su sensibilidad, fortaleza y fe— ocupan un lugar esencial, haciendo presente el espíritu de las mujeres del Evangelio que también acompañaron a Jesús hasta la cruz. Así lo reflejaba San Lucas, cuando describía una escena de la pasión: Y le seguía gran multitud del pueblo y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas : “ Hijas de Jerusalén, no lloréis por mi, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos”

Ese numeroso e ingente cortejo procesional lo completa la otra imagen titular de la Hermandad de la Santa Caridad y Misericordia, la Virgen de los Dolores, una talla, que al igual que la del Señor de la Misericordia, la esculpió el imaginero sevillano Antonio Castillo Lastrucci, en el año 1943. Fue donada por la entonces camarera Dª Carmen Torres Castro. La imagen sigue el modelo iconográfico de las dolorosas sevillanas desde el siglo XVI. En ella se aprecia lo que se ha denominado “ Dolorosa castiza”, una representación romántica de María , muy joven, casi adolescente, que encierra el ideal de belleza de la mujer andaluza: sutileza y dulzura en el rostro, ojos grandes y expresivos que dirigen su mirada hacia el fiel, grandes pestañas, nariz elegante y boca pequeña de labios encarnados. Esta sutileza del rostro se extiende también a sus manos, elegantemente dibujadas. Esta imagen, de gran devoción en Arahal, recibe semanalmente a numerosos fieles que acuden con fervor y devoción al culto de la siempre Virgen Madre de Dios a postrarse ante su altar.

La imagen va bajo un palio, realizado siguiendo el proyecto de D. Antonio Dubé de Luque, cuya remodelación se inició en el 1992, con el estreno de los respiraderos y peana , obra de José Brihuega y adecuación de unos bordados del siglo XVIII procedentes del palio del Santo Cristo, adaptados para los faldones, por D. Francisco Rodríguez Lozano hasta el año 1997, con el estreno de los varales, obra de ofebería Mallol.

Destaca ese palio por el realce de sus varales, a modo de columnas salomónicas que se engarzan sobre un palio bordado de estrellas, engalanado con sublimes bambalinas que conforman un conjunto de gran belleza, inundando todo ello por el terciopelo carmesí. Tanto el palio como las bambalinas datan de fines del siglo XVIII. A este maravilloso conjunto lo acompaña el manto de la Virgen de terciopelo negro bordado en oro de principios del siglo XIX.

Estos pasos son portados por hermanos costaleros, en número de 30 en el paso de Cristo bajo la dirección del capataz D. Manuel Jesús Bohórquez Lopez y de 30 en el paso de palio, coordinado por su capataz D. Manuel Rojas Sánchez y acompañados musicalmente por la Agrupación Musical de Santa María Magdalena en el paso de Cristo, una agrupación que recientemente ha recibido la bandera de Andalucía y que desde hace 36 años acompaña ininterrumpidamente a esta imagen y por la banda municipal de música de Mairena del Alcor, en el paso de la Virgen.

Hablar de momentos destacados en la estación de penitencia de la Hermandad de la Misericordia no es tarea fácil. Cada instante, cada rincón por el que transita, tiene un valor especial, una carga emocional que conecta profundamente con los hermanos y con el pueblo de Arahal.

Tanto la salida como la entrada al templo son dos de los momentos más intensos, no solo por la emoción que se respira, sino también por la dificultad técnica que suponen. Cada maniobra se convierte en una muestra de esfuerzo, devoción y coordinación, donde todo el barrio se vuelca para acompañar y alentar.

Uno de los puntos más esperados es el paso por la calle Juan Leonardo, una vía estrecha y con un encanto muy especial. Allí, el barrio se convierte en un mar de devoción. La cercanía del público, la emoción contenida y la belleza del entorno hacen de ese tramo uno de los más conmovedores del recorrido. Al llegar a la plaza del Santo Cristo, abarrotada de personas, el paso de los titulares adquiere una dimensión única, donde se mezcla lo íntimo con lo multitudinario.

También destaca la llegada a la plaza de San Roque, donde ambos pasos rinden homenaje a la Hermandad del Santo Entierro y a sus veneradas imágenes. Es un gesto de fraternidad que enriquece aún más el espíritu cofrade que se vive en la calle. Y, cómo no, otro momento clave es el tránsito por la plaza de la Corredera, especialmente el tramo final que va desde allí hasta el regreso al templo, un camino que se convierte en una auténtica procesión del alma, entre la emoción del pueblo y la solemnidad de la noche.

Cada rincón del recorrido es memoria viva, y cada paso, una oración compartida. Porque la Hermandad de la Misericordia no solo pasa… deja huella.

Y así concluye la estación penitencial de la Hermandad de la Misericordia, una noche que Arahal guarda con recogimiento y emoción. Bajo la serena mirada del Cristo de la Misericordia y el amparo de María Santísima de los Dolores, el pueblo ha vuelto a vivir un camino de fe que traspasa el tiempo y las generaciones.

El silencio de las calles, roto por el sonido pausado del tambor y el murmullo de las oraciones, será testigo de una nueva entrega, de una nueva manifestación de amor sincero, donde cada cirio encendido, cada mirada al cielo y cada paso dado hablarán de un Arahal que siente profundamente la Pasión.

La Hermandad de la Misericordia no solo procesiona: abraza, consuela y recuerda a todos que el mensaje de Cristo —el perdón, la compasión, la entrega— sigue más vivo que nunca. Y al regresar al templo, no se apaga la emoción, sino que permanece en el corazón de quienes han acompañado con fe este caminar sagrado.

Una vez más, Arahal ha mostrado que su Semana Santa no es solo tradición: es una expresión viva de alma, de pueblo y de Misericordia.

Sonia Camacho

Sonia Camacho

Sonia Camacho es directora de Bética de Comunicación y fundadora de Estudio 530. Comunicadora andaluza...

 

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