El faro luminoso que José María Calleja encontró en Cádiz

Cádiz

La vida de José María Calleja se podría resumir por etapas en las contiendas que decidió afrontar. Su hermano Hernando recuerda que cuando era niño inició una lucha con la comida porque le costaba engordar. Ya de joven, como herencia de una familia represaliada, se puso al frente de numerosas revueltas estudiantiles. Le costó la cárcel y muchos golpes de la policía. Paradojas de la vida, esa misma policía tuvo que defenderle años después de la amenaza de ETA. Calleja escribía y hablaba como periodista sin tapujos. Eso le costó amenazas, vivir con escoltas, marcharse del País Vasco, cambiar de vida... Cuando la banda terrorista fue derrota, Calleja no dejó de buscar víctimas a las que defender. Enarboló la bandera del feminismo, denunció la lacra de la violencia machista cuando nadie lo hacía.

La etapa más placentera y feliz de Calleja está ubicada en Cádiz. Allí, por sorpresa, le llamaron un día de la Asociación de la Prensa para comunicarle que se había llevado el Premio Agustín Merello. Aquel reconocimiento le abrió las puertas de una ciudad que lo deslumbró desde el primer día. Su libertad, su mar, su ingenio, su comida, su gente. "Aquí la ETA no tiene cohone de matarte", le dijo con sorna otro gran periodista como era Emilio López.

Eduardo Ranz, Berna González Harbour, Irene Lozano y Hernando Calleja han recordado a José María en un emocionante acto en la Fundación Cajasol organizado por Radio Cádiz de la SER y la Asociación de la Prensa de Cádiz, justo en el día en que se cumplían cinco años de su muerte por COVID. Esa batalla contra el virus no la pudo ganar. Su hermano, quien ya había hecho un conmovedor discurso en el funeral de estado por las víctimas de la pandemia, se acordó de los más de 150.000 muertos que dejó el coronavirus. Personas que se fueron sin el calor de sus seres queridos, sin palabras ni caricias reconfortantes. "La memoria es un deber, hay que seguir recordándoles".