El refugio de Calleja

El próximo mes de mayo José María Calleja debería haber cumplido 70 años, pero el COVID se lo llevó hace cinco. De todas las batallas que libró José María esta fue la que no pudo ganar.

Y fueron muchas y desde pequeño. Contaba este lunes en Cádiz su hermano Hernando que a José María cuando era niño le costaba engordar, así que tuvo que luchar desde chico para hacerse fuerte. De joven, y como herencia de una familia represaliada, participó activamente en las revueltas estudiantiles contra el franquismo, lo que le costó estar en la cárcel y muchos golpes de la policía. Esa policía le protegió después cuando, ya como periodista, escribía y hablaba sin tapujos contra ETA. Esa amenaza constante le obligó a cambiar de vida, a vivir con escoltas. Cuando ETA fue derrotada, Calleja encontró en las víctimas de la violencia de género otra causa por la que batallar.

Y en medio de tantos fuegos, encontró un refugio, su particular trinchera en la que resguardarse en Cádiz. No hay mejor elogio para una ciudad que un hombre tan valiente, libre y humanista como Calleja encontrara aquí un faro de libertad.

Por eso, aquí cinco años desde su muerte se le sigue recordando.. Como un amigo que injustamente se fue demasiado pronto. No está de más, como decía su hermano, compartir que el recuerdo a Calleja es también un homenaje a todas las victimas de la pandemia, las que murieron en las peores circunstancias. Solas, sin una caricia, sin el calor de una palabra de cariño de sus seres queridos.