Libros y tabernas
Firma de Opinión de Gonzalo Herreros

Libros y tabernas. Gonzalo Herreros
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Corre de vez en cuando por la prensa y las tertulias de medio pelo una antigua y anónima letrilla tan infamante como bien traída: Córdoba, ciudad bravía, que entre antiguas y modernas, tiene 300 tabernas y una sola librería. Una crítica, la de que el género humano frecuenta más asiduamente el jarro que la lectura que es tan universal que, de hecho, la versión original de este ripio parece que se escribió pensada para Madrid, y que con el paso de los siglos periodistas y literatos la adaptaron para hacerla suya en capitales tan dispares como la nuestra, Cuenca, Málaga o Carmona. Y en un calendario plagado de días de todo y para todo, el día del libro, en honor a la muerte hace más de cuatro siglos de nuestra más alta pluma española, suele servir para fomentar la actividad intelectual por excelencia, desde la entrega del premio Cervantes, los obsequios de rosas y libros por San Jordi o lecturas de cualquier género en institutos y academias por doquier. Porque a pesar de todos los esfuerzos quizá seguimos sintiendo como sociedad, occidental, hispánica, andaluza, qué se yo, que la literatura está en horas bajas, marginada por el entretenimiento vacío, la telebasura, los reels de instagram o, en el mejor de los casos, la vida callejera de jóvenes y no tanto.
Sin embargo, tampoco está mal que, sin triunfalismos, echemos un ojo a los datos. A comienzos de 2025 el dato de españoles que leía en su tiempo libre superaba por primera vez en nuestra historia el 65% de la población. Más de la mitad de nuestros compatriotas leen como mínimo una vez por semana. Y en contra de lo que pudiera pensarse, el grupo de edad más lector es el comprendido entre los 14 y 24 años. Desde el año 2000 España edita al año, en promedio, más de 60.000 libros, con un volumen de ventas que viene superando con creces los 150 millones de ejemplares anualmente, aparte del formato digital. Nuestro país es, además, el mayor exportador de libros de la Unión Europea. Por supuesto no podemos conformarnos, pues la cultura es un campo que hay que abonar sin desaliento. Pero con cifras en la mano lo cierto es que el español, entre vino y cerveza, parece que frecuenta -¡albricias!- también no poco anaqueles.