De nuevo, somos frágiles y vulnerables

Primero fue la pandemia. Después la erupción del volcán de La Palma o los efectos de la invasión de Ucrania. Y este año la DANA y el gran apagón del 28 de abril. Durante los últimos años se ha puesto en evidencia una y otra vez nuestra vulnerabilidad y la fragilidad de nuestro sistema.

Este amplio bagaje en tan poco tiempo nos ha permitido un aprendizaje progresivo en situaciones extremas. Se han ido corrigiendo errores y reforzando dispositivos, pero nos quedan demasiadas asignaturas pendientes.

El rostro más positivo lo vuelve a mostrar la población y especialmente los servicios públicos esenciales. En otra situación extrema, en términos generales, se ha conseguido mantener la calma y dar respuesta inmediata a quién lo necesitaba. Los hospitales siguieron funcionando y la policía se desplegó en la calle incluso quienes no estaban de servicio.

También el modelo institucional de respuesta parece más engrasado. Tras la confrontación e incertidumbre constante de la pandemia y el desastre de la NADA, comunidades como Andalucía activaron sus planes de emergencia y los llevaron al nivel 3 en cuanto fue necesario. Era evidente que esta era una crisis nacional y debía coordinarse desde el Ejecutivo con un mando único, con participación de las comunidades y con la posibilidad que interviniera el Ejército. Lo que no hizo Valencia hace seis meses y lo que Andalucía tenía claro que haría ante cualquier crisis grave

La ciudadanía también ha demostrado que quiere a sus líderes políticos sobre el terreno y liderando los trabajos. Ahí quedan esa imagen del gabinete de crisis del Ejecutivo, con Pedro Sánchez, del Gobierno andaluz, con Juanma Moreno, y de muchos alcaldes con sus respectivos dispositivos municipales.

Pero quedan asignaturas importantes por resolver. Sea cual sea la causa de este gran apagón, es una circunstancia que debía protocolizada en todos sus términos. No se le pide a las instituciones que expliquen las causas de forma inmediata. No hay que precipitarse como le ocurrió al presidente andaluz cuando fue el primero en hablar de ciberataque cuando no le correspondía.

Pero tampoco puede haber un silencio de horas ni una ausencia completa de mecanismos de comunicación con la ciudadanía en una situación de caída completa de la red eléctrica y de dificultades de acceso a internet porque eso sólo da vía libre a los bulos.

Tampoco debe haber dudas en temas sensibles como la asistencia a colegios. La Junta planteó la actividad lectiva el miércoles cuando ya no era su competencia decirlo y el Gobierno tardó tanto en decir que habría colegio pero no clases que contribuyó aún más a la confusión.

Y en la respuesta a la crisis de la red de transporte todo ha parecido marcado demasiado por la improvisación sin una respuesta adecuada a miles de personas.

Y una cuestión fundamental: este apagón ha puesto en evidencia la fragilidad y de la debilidad de nuestra red eléctrica que ya llevaba años puesto en entredicho: por las combinaciones de las distintas fuentes de energía, por una demanda que superaba en muchos casos la oferta disponibilidad , por su vulnerabilidad en materia de seguridad y por la falta continuada de inversiones en la red de transporte.

De ahí la importancia de que, en cuanto se recupere la normalidad, se investigue lo ocurrido, se depuren responsabilidades y se tomen medidas urgentes para que no vuelva a ocurrir. Un país no se puede ir a cero de esta forma