El desamparo de David Palomar

Cádiz

No ha tenido que ser fácil para David Palomar traer hasta el Teatro Falla su espectáculo 'Desamparao', un arriesgado ejercicio de teatro y flamenco en el que el valiente artista gaditano vuelve a jugársela. Y jugar en casa no siempre es una ventaja. El artista viñero se empeña en romper lo previsto sobre él, en quebrar los corsés que le quieren poner, en seguir avanzando en contra de las flechas que le pintan en el camino. De eso, quizá sin pretenderlo, va este 'Desamparao'.

David Palomar se sienta en la escalera que han colocado en el proscenio del Falla, para salvar el foso. "Soy David Palomar, de La Viña", se presenta, como si el público que abarrota el teatro no supiera a quién ha venido a ver. Pero esta presentación es necesaria. La gente le grita "guapo", le jalea, le dice olé antes de cantar. Y él se apresura a aclarar que quien va a actuar es él, pero no es él. Él encarna un personaje, un "desamparao" que un día se levanta y se da cuenta de que el Cádiz que él conoció ya no existe. No está el bar donde se tomaba el café, la tienda donde iba a comprar, la gente con la que solía hablar. Y ahora se siente como la pieza de un puzzle donde él no encaja.

Esta presentación previa es el preámbulo del espectáculo en sí, una aclaración que mitiga, no del todo, que el público siga gritándole cosas al Palomar artista, pero que facilita la compresión posterior de una obra que bascula entre lo textual y lo conceptual, que reparte cante y recitar, que deja críticas entre la añoranza al pasado, la fuerza de la turistificación y la indolencia con la que se ha permitido.

Musicalmente, Palomar, que ha sido un buen alumno y ya tiene mimbres de maestro, domina los cantes más jondos como el martinete a capela con el que abre, o la soleá de Ramón Jarana. Suenan fandangos, seguiriyas, las alegrías de La Perla y remata por bulerías. Su dominio vocal es impecable y resuena acompañado de la pericia y solvencia de Óscar Lago.

Teatralmente, Palomar afronta la dificultad de un personaje perdido en el mundo. Brilla en su vis más cómica y su capacidad talentosa de recrear con voz y gestos a los grandes flamencos del pasado: Pericón, Beni, Chano, Bohíga... Palomar es un artista infinito que ya ahondó en esta faceta en '¿Qué pasaría si pasara?", junto a Riki Rivera, El Junco, Roberto Jaén, y la dirección artística de Ana López Segovia. Aquí Palomar también se ha asido a otro grande del teatro de Cádiz, el dramaturgo y director José Troncoso. "Lo he vuelto loco", confesó en su discurso de agradecimiento final.

"Desamparao", que se estrenó en la Bienal de Sevilla del año pasado, cuenta también con el mágico mundo sonoro que siempre crea Calde Ramírez, con la precisión de la iluminación de Emilio Morales, y con el asesoramiento en los cantes de Ramón Soler. Cuenta con momentos vibrantes, de enorme fuerza visual, otros más desconcertantes.

El público le ovacionó al final y siguió jaleándole en una despedida llena de cariño, al que es uno de los mejores artistas vivos que tiene la ciudad. Quizá el Falla esperaba otra cosa de David Palomar y no este cruce de caminos, que fusiona la tradición de los cantes con narrativas contemporáneas. Por eso, era tan difícil para él llevar este 'Desamparao' a su ciudad, donde se le presume el traje que tiene que llevar cada día. Pero David Palomar es de los artistas que inventan, arriesgan y ansían innovar. Aquí como en sus últimos temas musicales saborea el cante mientras busca nuevos sonidos y lanza mensajes sociales. Admira a todos sus maestros, mencionados en este espectáculo con mimo, pero no quiere ser una copia de ellos, ni el heredero perfecto que cumple el canon en cada cosa que haga. Y esa lucha continua por reivindicarse a uno mismo, por realzar su propia identidad, algunas veces provoca desamparo.

David Palomar estrenó 'Desamparao' en el Teatro Falla el sábado 3 de mayo.