Seis de cada diez personas sintieron miedo y vulnerabilidad por el apagón

AME3520. MÁLAGA (ESPAÑA), 29/04/2025.- Un policía da indicaciones a vehículos en una calle del centro durante un apagón este martes, en Málaga (España). EFE/ Jorge Zapata / Jorge Zapata (EFE)

Málaga
Seis de cada diez personas sintieron miedo con el apagón que el 28 de abril dejó sin suministro a todo el país y más de la mitad califican el episodio como una experiencia impactante, según un estudio de las universidades de Granada y Málaga sobre las emociones y comportamientos de esa jornada.
El gran apagón que dejó sin suministro eléctrico a la mayor parte de España y Portugal no solo afectó a la actividad de millones de personas, sino que también activó un complejo entramado de emociones, percepciones y comportamientos.
Así lo ha comprobado un estudio realizado por investigadores de las universidades de Granada y Málaga que revela que el impacto psicológico y conductual de la crisis fue mucho más profundo y duradero de lo que podría imaginarse.
Un equipo liderado por los catedráticos de Comercialización e Investigación de Mercados, Francisco Liébana-Cabanillas y Sebastián Molinillo ha analizado qué sintieron las personas durante el apagón, cómo actuaron en sus rutinas más cotidianas, cómo se informaron, cuál fue su comportamiento de compra y cómo afrontaron la incertidumbre.
El estudio, que ha contado con fondos europeos, ha completado una serie de entrevistas en profundidad y una encuesta nacional en la que han participado más de 400 personas.
El 61,8 % de las personas encuestadas ha reconocido haber sentido miedo en algún momento durante el apagón, seis de cada diez ha expresado una mayor sensación de vulnerabilidad ante la posibilidad de nuevos cortes prolongados y cerca del 50 % ha calificado la experiencia como altamente impactante.
En términos emocionales, los participantes han manifestado un cóctel intenso de estados de atención, alerta, molestia, determinación y orientación a la acción, unas emociones que no se disiparon con el restablecimiento del suministro eléctrico, sino que, en muchos casos, se intensificaron con el paso de las horas.
Solo un 5 % de los encuestados ha afirmado haberse sentido suficientemente informado durante ese día, lo que subraya la magnitud del desconcierto vivido y sirve además para explicar la percepción de descontrol.
Carritos llenos
Uno de los hallazgos más interesantes del estudio es la relación entre el estado emocional y la conocida como “compra de pánico”. Lejos de ser una conducta planificada, las compras que muchos ciudadanos realizaron durante y tras el apagón, de acopio o de productos que habitualmente no utilizan, tuvieron un fuerte componente emocional: miedo a quedarse sin productos básicos, ansiedad por lo incierto y la necesidad de recuperar la sensación de control a través de la compra.
El 25% de los participantes admitió haber realizado compras como consecuencia directa del apagón. Además, como su duración no fue la misma para todas las personas, se observa que el tiempo sin electricidad y la falta de información influyeron directamente en la sensación de vulnerabilidad y, con ella, en la necesidad de acaparar productos. El acto de llenar el carrito, aun de productos que podrían no ser necesarios, se convirtió en una respuesta tanto emocional como práctica, en un intento de recobrar la seguridad.
Baja preparación ante la emergencia
A diferencia de otros países europeos, en España la mayoría de la población no está preparada para una crisis de esta magnitud.
Menos del 40% contaba con recursos básicos como linternas, velas o pequeños acumuladores portátiles de energía; menos del 5% disponía de un generador o batería autónoma que pudiera alimentar dispositivos al menos 24 horas; solo el 10% tenía un kit de emergencia para cortes prolongados; el 42% tenía reservas de alimentos para varios días, pero apenas el 30% contaba con un sistema alternativo para cocinar que no dependiera de la red eléctrica.
El estudio también identifica diferencias en el nivel de preparación en función del entorno urbano.
En términos generales, los habitantes de grandes poblaciones mostraron una mayor preparación en aspectos básicos, como el almacenamiento de alimentos no perecederos o la disposición del kit de emergencia. Sin embargo, la tenencia de recursos más especializados, como generadores eléctricos, grandes baterías o paneles solares portátiles, fue baja en todos los municipios, lo que revela una falta estructural de resiliencia energética.En las localidades más pequeñas, la preparación fue menor que en las grandes, sobre todo en medios técnicos, pero también en el menor acopio de alimentos.
A partir de estos resultados, el equipo del estudio ha propuesto establecer protocolos de comunicación inmediata, accesibles y transparentes, impulsar campañas de educación preventiva centradas en la cultura del riesgo y coordinar las redes de distribución de productos para prevenir situaciones de desabastecimiento, entre otras medidas.




