Debimos sacar mejor nota en Roma

No somos la ciudad que tenía el monopolio del comercio con América. Pero vivimos en buena medida de aquella grandeza del pasado y de los empujes de las dos exposiciones del siglo XX: la iberoamericana y la universal. Felipe González ha sido el mejor alcalde y Soledad Becerril la administradora más eficiente.

Tenemos Alta Velocidad antes que nadie, las mejores playas a poco más de una hora, dos fiestas mayores que contribuyen al Producto Interior Bruto de la Ciudad y una Isla de la Cartuja con cada vez más negocios de sector terciario y menos de innovación.

El turismo nos come terreno y no sabemos cómo combatirlo sin perder su imprescindible fuente de ingresos. El Papa nos pidió participar en la gran procesión del Jubileo de las Cofradías por las calles de Roma. Y hay que reconocer que hemos sido víctimas de un exceso de expectativas.

La marca Sevilla hay que trabajarla más, mucho más. No basta con una historia de grandeza ni con la supuesta fama universal de nuestra Semana Santa. Hemos llevado a Roma lo mejor, un icono devocional de nuestro espléndido siglo XVII, pero algunos tenemos la impresión de que en Roma no se nos ha valorado.

Quizás en el Vaticano estaban concentrados en la misa del domingo, la del comienzo del pontificado de León XIV. No podemos nunca dar nada por hecho. Sevilla es una ciudad que requiere esmero y cuidados diarios como un jardín de rosas delicadas. Así lo creemos.

Tal vez seamos ingenuos. Pero tenemos claro que no basta con la historia. Ni debemos conformarnos con un mero aprobado apoyado en un lenguaje triunfalista. En Roma debimos sacar mejores notas.