El Arahal, cuna temprana del Rosario procesional
Rafael Martín Martín · Cronista de la ciudad


Comentario Nº62
Con motivo del acto de la próxima coronación de Ntra. Señor de los Dolores, titular de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús, quiero, con este comentario titulado El Arahal, cuna temprana del Rosario procesional, homenajear a nuestra Madre, para poner en valor el profundo significado del Santo Rosario y su arraigada tradición como expresión viva de fe en nuestra localidad y de la devoción popular a la veneración a nuestra Madre, a la Virgen María. El Rosario no es solo una oración; es un camino de encuentro con María, una escuela de contemplación de los misterios de Cristo desde el corazón de su Madre.

Rafael Martín - El Arahal, cuna temprana del Rosario procesional
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En Arahal, esta devoción ha trascendido los siglos, vivida y transmitida por generaciones como manifestación de un pueblo creyente que, al alba o en procesión, ha sabido elevar su voz y su corazón en cada Avemaría. Esta práctica, nacida del amor y sostenida por la comunidad, ha forjado una identidad espiritual que hoy sigue viva y que se renueva con fuerza en torno a cada advocación mariana.
La inminente coronación canónica de Nuestra Señora de los Dolores no es sino el reflejo de esta historia de fe: una historia tejida de oración, de entrega y de amor a la Virgen. En Ella reconocemos a la Madre que camina con nosotros, y en el Rosario, el lazo que nos une con Ella en cada paso del camino.
El rezo del Santo rosario comenzó a ponerse en valor y a difundirse a partir del siglo XIII, siendo el principal difusor de esta devoción popular Santo Domingo de Guzmán ( fundador de los dominicos), como arma espiritual contra las herejías. Hay una piadosa tradición que narra la aparición de la Virgen a Santo Domingo de Guzmán en 1208 en la iglesia de Prouille ( Francia), en la que le entregó el Santo Rosario como arma espiritual para combatir la herejía y le enseñó cómo rezarlo. Esta aparición no es dogma ni está reconocida por la Iglesia, pero ha sido sostenida por la orden de los predicadores dominicos y por el magisterio de algunos papas.
Aunque no directamente relacionada con una aparición específica, la Virgen del Rosario ha sido mencionada o invocada en otras apariciones marianas aprobadas, como la de Fátima, el 13 de octubre de 1917, fecha en la que se presentó como Nuestra Señora del Rosario, insistiendo en el rezo del rosario todos los días por la paz del mundo y el fin de la guerra o en Lourdes, lugar en el que se presenta la Virgen con un rosario en la mano y lo reza con Santa Bernardita, promoviendo su práctica.
En el siglo XV el dominico Alano de la Roca dio forma más concreta al Rosario, estructurando los 15 misterios y comienza a partir de este momento a considerarse como una devoción mariana esencial para los fieles cristianos.
Pero fue durante el papado de San Pío V dominico, cuando el Santo Rosario adquirió una gran difusión e importancia. A él acudió este papa para pedir la intercesión de la Virgen en la batalla contra los turcos en el año 1571, conocida como la batalla de Lepanto, reinando en España Felipe II. Tras la victoria de Lepanto, el Rosario fue considerado responsable del milagro y se instituyó la fiesta de Nuestra Señora del Rosario el día 7 de octubre.
Este evento marcó el inicio de su uso litúrgico, procesional y comunitario. A partir de aquí se fundaron cofradías del Rosario en toda España y en Europa y comenzaron los rosarios públicos y procesionales.
El rezo del Santo Rosario por las calles, especialmente en procesión y acompañado por la imagen de la Virgen del Rosario, es una tradición profundamente arraigada en España desde finales del siglo XVII, como han documentado diversos estudios rosarianos. Esta práctica, conocida popularmente como el “Rosario de la Aurora”, se celebra al amanecer y constituye una de las expresiones más significativas de la religiosidad popular en muchas regiones del país.


Aunque su difusión del rezo del Rosario, como antes se ha indicado, se remonta al siglo XVI, gracias a la labor incansable de los dominicos, que promovieron esta devoción como una forma colectiva de oración y alabanza a la Virgen María. Con el tiempo, esta costumbre se consolidó como una manifestación comunitaria de fe, reuniendo a los fieles en las primeras horas del día para rezar y cantar juntos.
La profunda devoción religiosa de la villa de El Arahal a finales del siglo XVI queda patente en valiosos documentos, como el conservado en el archivo de la Hermandad de la Santa Caridad y Misericordia. En él se recoge cómo, ante la creciente expresión de fe popular, fue necesario ampliar la ermita del Santo Cristo de la Misericordia —añadiéndole una nave de colgadizo— para acoger al creciente número de fieles que acudían al Cristo de la Misericordia, conocido como el Señor de Arahal.
A este fervor se sumó el impulso del IV Conde de Ureña, quien en 1546 promovió una intensa vida religiosa con la fundación de la iglesia de la Victoria y el convento de los Mínimos. Este ambiente propició la creación de cofradías como la de Nuestra Señora del Rosario y la del Carmen, así como el fortalecimiento de advocaciones marianas como la Virgen de la Antigua, la Virgen de Belén o la Madre de Dios del Campo. También tuvo lugar el nacimiento de nuevas hermandades, como la de la Santa Cruz de Jerusalén, que daría culto a la Virgen Dolorosa, advocación que será coronada el próximo sábado tras más de cuatro siglos de historia, como colofón a unos actos cuidadosamente preparados y muy representativos del sentir popular.
La llegada de las dominicas a El Arahal en 1608 —procedentes del convento utrerano de Nuestra Señora de la Antigua— supuso un nuevo impulso a la devoción mariana, especialmente hacia Nuestra Señora del Rosario. Tres religiosas, Sor María de San José, Sor María de Jesús (quien fue la primera priora) y Sor María de la Encarnación, marcaron el inicio de esta nueva etapa espiritual.


Un documento clave conservado en el Archivo Histórico Nacional, fechado en 1602, recoge las reglas de la Cofradía del Rosario, en las que por primera vez se menciona el rezo del Santo Rosario por las calles del pueblo, al atardecer y a diario, con la imagen de la Virgen precedida por la cruz y acompañada por los hermanos rezando en voz alta. Este documento demuestra que El Arahal fue pionero en esta devoción pública, anterior incluso a otras referencias históricas que sitúan esta costumbre en torno a 1690.
Durante el siglo XVII, las procesiones vinculadas al Rosario se multiplicaron, especialmente gracias al fervor impulsado por las misiones jesuitas. Destaca la figura del jesuita Sebastián de Monroy, natural de El Arahal, y de fray Juan de Prado, también de esta villa, quien desde 1613 encabezaba procesiones marianas en su anterior convento de Alcalá. Fray Juan llegó a Arahal a partir de 1624 y fue guardián del convento franciscano de San Roque hasta 1630, año en el que partió hacia Marruecos, donde murió mártir.
Las reglas de la Cofradía del Rosario —aprobadas en 1602 y reformadas en 1756 y 1809— son testimonio del vigor de esta devoción. En ellas se detalla la salida diaria del Rosario por la noche, las tardes de los días festivos y el papel de los cofrades en esta manifestación de fe. Se establecen también obligaciones como la asistencia a la Comunión general, el socorro a los presos y pobres de la villa y la celebración de funciones solemnes en honor a la Virgen, como la dedicada cada primer domingo de octubre, en memoria de la victoria de Lepanto.
Estas ordenanzas insisten en que el rezo del Santo Rosario, tanto en la madrugada como al anochecer, constituye la principal devoción de la Hermandad. El texto insta a los hermanos a participar con recogimiento y compostura, incluyendo su presencia en los cortejos fúnebres.
Con todo ello, El Arahal no solo abrazó con fervor el rezo del Rosario, sino que se convirtió en uno de los primeros pueblos documentados de España en procesionar esta devoción de forma diaria, consolidando una tradición a lo largo de la historia.
La profunda tradición mariana de Arahal, manifestada desde siglos atrás en el rezo público del Rosario —especialmente en su forma procesional y al alba, como el Rosario de la Aurora—, ha sido una seña de identidad de nuestra religiosidad popular. Esta devoción, cimentada por dominicos, franciscanos y jesuitas, y asumida por generaciones de fieles, no solo consolidó la figura de la Virgen del Rosario, sino que abrió el corazón del pueblo a múltiples advocaciones de María.
En este contexto de fervor mariano y de amor profundo a la Virgen, se enmarca la próxima coronación canónica de Nuestra Señora de los Dolores, un acontecimiento que no surge de la nada, sino como fruto maduro de siglos de fe viva y compartida. Así como antaño el pueblo se congregaba para honrar a la Madre de Dios en el Rosario procesional, hoy se une nuevamente —con el mismo espíritu de entrega y devoción— para rendir homenaje a la Virgen de los Dolores, imagen que ha sido consuelo, esperanza y guía espiritual de generaciones.
La coronación es, por tanto, un hito contemporáneo que recoge la herencia devocional de Arahal, uniendo pasado y presente en un mismo amor a la Virgen María, cuyo camino de encuentro se manifiesta en el Santo Rosario, expresión de fe y de tradición viva del pueblo sencillo y fiel.

Sonia Camacho
Sonia Camacho es directora de Bética de Comunicación y fundadora de Estudio 530. Comunicadora andaluza...




