Vámonos a la Feria

Córdoba

Buenas tardes José Manuel, buenas tardes a todos. Ando hoy un poco nervioso, mientras le doy a la tecla. Pensando esta mañana, he calculado que de los dieciocho años que llevo en Alemania, solo recuerdo haber regresado a la feria una vez y hace ya una década de eso. Así que es normal, entiendo, sentir cierta alegría juvenil a pesar de estar cerca ya del medio siglo.

Pero pensándolo bien, también me he dado cuenta de que no he estado siempre sin feria. Mi señora estudió en una curiosa ciudad, llamada Erlangen, que celebra el denominado Bergkirchweih: una bonita feria al estilo bávaro, con grandes jarras de cerveza, comida tradicional y, por supuesto, también hay noria y cacharritos para los críos. Suele celebrarse a finales de mayo o principios de junio, por lo que sirvió para matar el gusanillo del Arenal en algún momento.

Aquí en Berlín también se celebra, coincidiendo con la semana de Pentecostés, el Carnaval de las Culturas del que ya conté aquí algo en una ocasión anterior. Y bueno, los oyentes conocerán también la feria más grande del mundo, el Oktoberfest de Múnich, pero hay otros menores y más acogedores en otros lugares de Alemania.

Así que, sí, no puedo decir que llevo casi dos décadas sin apenas feria. Ahora toca ver si la realidad soporta el recuerdo y si la Feria de Córdoba sigue siendo lugar de encuentro y diversión para todo el mundo que yo recuerdo, o si el creciente subalquiler de las casetas tradicionales está desnaturalizando la fiesta. Aunque imagino que da igual. Yo voy a disfrutarla al máximo, como les deseo a ustedes. Y si en algún momento se encuentran a alguien que va haciendo la calle dos veces, no saquen ustedes el teléfono para grabarlo. Nos puede pasar a todos y mañana será otro día.