¿Estamos aquí para hacer un mundo mejor o qué?

Morón de la Frontera

Las imágenes que vimos el miércoles pasado en el puerto de la Restinga, en el Hierro, en Canarias, nos devuelve, de nuevo, las imágenes de una cruda realidad, la crueldad y la desesperación que viven millones de personas que se echan al mar para solo salvar la vida.

No estábamos viendo una película, aunque para algunos les parezca que esa cruda realidad sea una escena de película, ni son figurantes ni actores, eran y son personas reales.

Y a pesar del dolor, hoy ya no es noticia…

No aprendemos con las desgracias ajenas…

No aprendemos y con los conflictos, para algunos, solo los defendemos si los acercamos a nuestro ideario, seguimos sin aprender.

Si es que, no aprendemos ni tan siquiera de nuestro llanto ¿Cómo vamos a entender la lección de un rostro desconocido?, compungido por un rostro con dolor a sal, con un rostro con dolor a bomba, de unos labios que no aprendieron a hablar y ya han sufrido en extremo.

Es mal maestro el llanto ajeno.

Salvo el color de nuestra piel, poco nos diferencia, somos exactamente iguales, nos duelen las mismas injusticias, los mismos dolores, las mismas lágrimas, la misma búsqueda de una vida mejor.

Porque cuando cierras los puños se emblanquecen los nudillos, cuando cierras los ojos ves las mismas luces, cuando sientes culpa duelen las rodillas y el corazón. Y ese dolor es para todos igual.

En cada cayuco que llega a nuestras costas, hay muchas vidas truncadas, mucho dolor y mucha esperanza para decidir lanzarse a una barca, llena, de los mismos sentimientos y las mismas esperanzas, sin saber qué y cómo será el día siguiente de su nuevo rumbo, si llega ese rumbo.

Cuando hay una guerra, en cualquier lugar del mundo, siempre hay un tirano que interrumpe en las vidas ajenas, que las deja vacías como las casas, los hogares, las familias.

Solo quedan números para el resto del mundo, las cifras malditas, hijos sin nombres, padres sin hijos, madres con llantos, llantos ajenos, sin lágrimas y sin abrazos.

Lo del miércoles no fue una película, fue una autentica realidad, trágica realidad, en vivo y en directo. Que pasa más de una vez en la inmensidad de un océano, que lleva en sus lapidas de olas, sus nombres y sus tumbas.

Escuchas sus quejas, miramos hacia otro lado, escuchas sus bombas y estamos sordos, escuchas sus vidas y nos volvemos egoístas con nuestros problemas.

Y mientras, vivimos en un mundo lleno de banalidades, donde priman las bajezas humanas, los mejores sitios en las empresas, a coste de lo que sea, los valores humanos bajados al barro, al fango.

Dijo Confucio en uno de sus proverbios:

“Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos.”

Y mientras seguimos sin aprender del llanto ajeno, pero sí de las carteras ajenas…

¿ESTAMOS AQUÍ PARA HACER UN MUNDO MEJOR O QUÉ?...