Los viernes, democracia. Los domingos, mafia. ¿Y el lunes?

La Conferencia de Presidentes Autonómicos es un foro de diálogo y acuerdo institucional en un país donde PSOE y PP han dejado de dialogar. Se chillan, se escupen la democracia a la cara

La Conferencia de Presidentes Autonómicos es un foro de cooperación entre administraciones a la medida de un Estado cuasi federal como España.

No son las Cortes ni es el Senado. Tampoco es el nuevo Senado que ansían muchos, una verdadera Cámara de representación territorial.

La Conferencia de Presidentes no está para “retirar proyectos de ley” del Gobierno, como han propuesto las comunidades gobernadas por el PP para el orden del día de este viernes. Los proyectos de ley, como la condonación de la deuda de las comunidades o la reforma del Poder Judicial, pasarán por las Cortes, y se aprobarán o decaerán en función de los apoyos parlamentarios que concite el Ejecutivo.

La Conferencia de Presidentes Autonómicos funciona como sus representantes quieren que funcione, es decir, funciona según el reglamento aprobado en 2022 por unanimidad de todos los barones regionales, incluido el gallego Alberto Núñez Feijóo.

La Conferencia de Presidentes es un foro de diálogo y acuerdo en un país donde PSOE y PP han dejado de dialogar. Y cuando lo hacen, lo hacen a trompicones, con despecho, como dos jugadores de cartas que sólo son capaces o de lanzarse órdagos o de lanzarse faroles, hasta que llega un momento en el que la democracia ya no se los cree.

El Gobierno lanza una Conferencia de Presidentes con dos asuntos: vivienda y universidades; las comunidades lo ven y suben un puñado más: financiación, okupas, plan energético, infraestructuras, control fronterizo, inversión ferroviaria, déficit de médicos, escuelas infantiles…

El PP ha puesto toda la arquitectura del Estado sobre la mesa de un órgano que infrautilizó cuando gobernó España desde Moncloa, y que ahora gobierna desde 11 comunidades.

La Conferencia de Presidentes es un foro de diálogo de un país que no dialoga, se chilla, se escupe la democracia a la cara. Se llaman mafiosos 48 horas antes, se sientan unas horas como demócratas a puerta cerrada, y se manifiestan 48 horas después volviéndose a llamar mafiosos.

El viernes, milagro. Democracia. El domingo, apocalipsis. Mafia. Y el lunes, otra vez, esperando a Godot.

-Y ahora, ¿ qué hacemos, Estragón?

-Ahora esperamos, Vladimir.

-Sí, ¿pero mientras esperamos?

-No sé, ¿y si nos ahorcáramos?

-Seguro que se nos pone tiesa.