Camino
La opinión de Lola Fernández

Morón de la Frontera
A estas horas, la mayor devoción peregrina de Andalucía y de España, estará procesionando por la aldea de Almonte, el Rocío, que arrastra a miles de devotos que, después de una semana de camino, renace cada madrugada del lunes de Pentecostés, en una de las concentraciones marianas más importantes del mundo, cuando los almonteños saltan la reja para llevar sobre sus hombros a la Virgen del Rocío.
En cada hombre y mujer se fraguará la plegaria de aquella copla de paloma y promesa, que dice: “Sé nuestra guía/ y pósate en mis ojos/ pastora mía”, en la esencia propia, de sensaciones, sentimientos y fe de cada uno.
Los rocieros pasan todo el año soñando con la Blanca Paloma, con la Virgen de su medalla, del Rocío de las imágenes y las palabras, detrás de cada uno de los “vivas” a la Virgen, solo quedará el tamaño de la lágrima, sea por la alegría de vivir como por la ternura de haber vivido otro Rocío y la de la historia de cada uno.
Esa historia la ha cumplido, en su juventud, la Hermandad del Rocío de Morón, cumpliendo con esa fe nueva, para algunos de nosotros y con la que nos ha cautivado al resto de los moroneros.
En esa historia, la Hermandad, ha sabido afianzar la palabra compromiso, abriendo sus puertas a la caridad y al amor por el cumplimiento de sus acciones, porque no solo de nombre y camino se llena la palabra Rocío.
La Hermandad del Rocío de Morón nos ha enseñado que todo se consigue con esfuerzo y tesón, con espíritu y fe, con amor, fervor y sentimiento. Y ha puesto en nuestro itinerario el camino hacia el Rocío y la devoción mariana de Morón hacia la Virgen almonteña.
Hoy, les doy las gracias a mis amigos rocieros por la pasión, la enorme ilusión y el cuidadoso esmero que durante un año emplean en los detalles que dan vida a esta romería llena de fe, la que me han enseñado con su ejemplo.
La vida nos regala felicidades inesperadas, que son las que te encuentras cada día, para los rocieros la felicidad esperada es la de la noche de madrugada en un lunes de Rocío.
Seas creyente o no, la felicidad esperada e inesperada te la puede regalar un amigo, una segunda oportunidad, un consuelo en el dolor, una solución en un error cometido, una mano que se da y hasta en una oración.
Y si después de todo lo que nos rodea ¿podemos cerrar los ojos y soñar?, hacer las paces con la vida, con sus momentos de luces y sombras, darnos cuenta que todo tiene su demasía y su error, pero que todo tiene su risa y su dolor.
Así que, en este tiempo de Rocío, señalemos nuestro camino, hagámoslo visible, el de los márgenes, donde viven los que nos necesitan, el de la parada, donde ofrecer una mano, el camino de la eternidad y el de la luz.