La prueba de fuego de la izquierda alternativa

Sevilla

Aunque a veces nos desorientemos y nos dé la sensación de que todo está en mutación acelerada, la intención de voto en España es en realidad bastante estable. No fija, pero sí estable. Desde las generales de 2023, el PP se mantiene primero con un tercio del voto. El PSOE aguanta en torno al 30%. Vox tiende al alza. No mucho, pero al alza. De 12% al 14%, más o menos.

Los partidos periféricos que desde 2018 han sostenido a Pedro Sánchez mantienen el tipo. O sea, hay una considerable continuidad en la estructura profunda de la opinión pública, al menos en su traducción en voto. Mucha agitación en superficie, sí, pero no grandes movimientos de fondo.

Pero ojo. Con una excepción. Decisiva. El cambio tectónico con respecto a 2023, el que inclina la balanza a favor del bloque de derecha-ultraderecha frente al de progresistas-nacionalistas, es el debilitamiento de la izquierda alternativa, del espacio a la izquierda del PSOE.

Ahí es donde en 2023 había un 12% para Sumar que maximizó su conversión en escaños en una sola papeleta y ahora hay algo menos y dividido en dos marcas, Podemos y lo que sea que acabe siendo Sumar. El conjunto se podría dejar por el camino la mitad de su representación actual.

Ese es el gran agujero por el que podría perderse la frágil mayoría que ahora sostiene a Sánchez. De las fuerzas de ese espacio depende el futuro político a medio plazo del país.