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Oda a un domingo por la tarde

La opinión de Lola Fernández

16.06.25 Lola Fernández

16.06.25 Lola Fernández

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Morón de la Frontera

Agotada la tarde del domingo,

hastiada de tensar tanto el recreo,

feliz en este asueto dominguero,

te asomaste para despertarme de mi sueño.

Oh domingo, he ajustado las cuentas,

desgranando el sentido del descanso y

solo me salen nones.

Oh domingo, pienso en ti

y siento que, en el reparto,

te tocó ser el hermano mayor de la semana,

el que pone en su lugar todas las cosas,

el que sermonea con la plática

lo correcto e incorrecto de la savia.

Oh domingo, yo te veo como el amigo,

que te acompaña hasta tu casa,

en los días que la fiesta no termina

buscando la cerradura de la puerta,

girando en el carrusel de aquellos vinos

bajándote en el primer apeo del tiovivo.

Oh domingo, necesito escribirte esta oda

en mi mente, luego la paso a limpio,

Porque me invitas a estar tirada en el sofá,

con la lánguida quietud de este incipiente verano.

Asumo que necesito decirte lo que te aprecio,

pero es solo porque viniste en el pack deseado.

Todos los días pensando en el viernes y en el sábado

y pensar en ti, es pensar en el descanso del guerrero,

apartado de la primera línea

los problemas añadidos por momentos,

para que ocupe su lugar y su estado,

la felicidad llamada descanso.

No creas que te estoy despidiendo, no es eso,

es como lo que decía aquel en su desdicha,

“illo es que me da coraje”, solo es eso.

¿entiendes que no es un amor correspondido?

Es solo la necesidad de estar, más que nada, vivo.

Y al final de esta oda dominguera,

¡Oh domingo!, no es que no te quiera,

no me repito, es que necesito más tiempo

para decirte hasta luego,

desperezarme y acomodarme,

y tras esa bajamar de mi siesta,

donde soñaba con la influencia ejercida

por el sol y por la luna,

anonadada en la playa de la vida,

feliz en la arena infinita

y con la profundidad del mar en el horizonte.

¡Oh! domingo inoportuno, me zarandeaste,

me dejaste en un limbo casi ingrato

y me puse a pensar, domingo mío,

sin tu quererlo y yo tampoco,

en el despertador y su toque,

de alguien más odiado y menos querido,

el que empieza la semana,

el invitado más negativo,

el desventurado lunes,

¡por Dios, qué repelús me ha dao!

 

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