Endogamia
El Paso Cambiado de Julián Granado

Morón de la Frontera
Cuando aprieta la hambruna léxica, los políticos salen de caza por los dominios semánticos de las disciplinas consagradas, asistidos en dicho menester por los medios de comunicación. Y del coto de las ciencias biosanitarias se acaban de traer el preciado trofeo de la “endogamia”. Una pieza hermosa que han abatido, disecado y luego entregado al uso y abuso de cualquier comentarista estrecho de vocabulario. Ahora, toda vez que un partido nacionalista dice o hace alguna gansada, sale a relucir en boca de sus críticos la dichosa “endogamia” de la que adolece aquel ideario partidista, tan cerrado sobre sí mismo.
Tiene dicho vocablo “endogámico” una significación claramente definida en genética animal o vegetal. Pero, rastreando su origen etimológico en el María Moliner, encuentro una alusión a su raíz, “gamos”: que significa unión de los sexos. Y la verdad es que, referida la “endogamia” al mundo de la ideología, no me parece mal esa imagen de esterilidad que resulta de la fusión de ideas del mismo pelaje. Es decir, del mismo sexo. Pero para indicar que las ideas se pudren y vician si no se airean, no es preciso desgastar hasta el hueso un neologismo científico.
Y digo yo: ¿no andará aquí en danza el “game” inglés? Que, como juego que es, también puede serlo sexual. ¿No sería este de la “endogamia” uno más de los viciosos empleos de los símiles eróticos, hasta agotarlos? Pues si la política “hace extraños compañeros de cama”, los socios de gobierno “cohabitan”, la noche electoral está jalonada de “políticos de esquina”, las coaliciones van a cada paso “de los desencuentros a los dulces momentos”, y no hay mañana informativa sin un líder despechado que padece su “ataque de cuernos”…, no me sorprende que del cruce nefando de ideologías cantonalistas no nazcan hijos. Son relaciones endogámicas.




