El Kanka conquista el 101 Music Festival: una noche de raíces y felicidad hecha canción en La Malagueta

Concierto El Kanka en Málaga

Málaga
En una noche de terral malagueño, el calor no lo dio solo el viento: lo provocó la música, el cariño del público y el alma generosa de El Kanka, que volvía a casa con la complicidad de un artista que canta desde su raíz. Fue en la Plaza de Toros de La Malagueta, en el marco del 101 Music Festival Costa del Sol, donde el malagueño reafirmó su lugar como profeta musical en su tierra. Y lo hizo como mejor sabe: con canciones que ríen, lloran y abrazan.
A las 22:10 h, y tras una espera cargada de entusiasmo, arrancaba “A dieta de dietas” seguida por “Ay, vida mía”, dejando claro desde el principio que la noche iría de menos postureo y más verdad. En un escenario sin artificios pero con alma, El Kanka repasó canciones que ya son parte del imaginario sentimental de varias generaciones.
Desde los primeros acordes, el público entendió que aquella no sería una noche cualquiera. “¡Qué bonito es esto, Málaga!”, exclamó entre canción y canción, visiblemente emocionado. Su carisma, ese que mezcla humor afilado con ternura cotidiana, se sintió más cercano que nunca.
El setlist fue un viaje sincero y emocional, que incluyó temas como “Querría”, “Guapos y guapas”, “Por tu olor”, “Para quedarte” o “Sí que puedes”, himnos cotidianos cargados de afecto, ternura y mucho humor. Nos dejó momentos especialmente memorables: “Sabéis quiénes sois”, “Cuerpo escombro”, “Andalucía”, y “Para vivir”, todas interpretadas con esa mezcla exacta de honestidad y cercanía que caracteriza al cantautor.
Entre risas y reflexiones, llegaron también “Instrucciones para bailar un vals”, la entrañable “Volar”, y la gran “Vengas cuando vengas”, dedicada a esos vínculos que, aunque a veces se dilaten, nunca se rompen del todo. Y cómo no, “Lo mal que estoy y lo poco que me quejo” o “Canela en Rama” convertidas ya en himnos existenciales.
Un concierto que más que eso fue una carta de amor a su trayectoria, a la canción de autor, y al placer de compartir. Con esa naturalidad suya que le permite alternar lo cómico y lo poético sin esfuerzo, El Kanka ofreció más que un concierto: ofreció compañía, verdad y celebración.
Al final del espectáculo, no quedaban dudas: El Kanka es ya más que un cantautor. Es un símbolo de una manera de estar. Un creador de felicidad, como bien lo define su público. Y anoche, en su tierra, fue recibido como lo que es: un profeta musical que canta lo que todos sentimos, pero no sabríamos decir.




