Muy tarde ya
El Paso Cambiado de Julián Granado

Morón de la Frontera
Cuando ya la Guerra Civil estaba perdida para la República, su Presidente pediría aquello que los peor pensados interpretaron como una vulgar bajada de pantalones: “Paz, piedad, perdón”, pidió Azaña a los españoles. Era, después de mucho pensarlo, su triple receta para comunidades secularmente mal avenidas, como las derechas y las izquierdas. Válida para cualquier conflicto inveterado de convivencia: desde el odio que se profesan entre sí los de la Plaza y la Calle Real, hasta el que enemista a serbios y kosovares, tirios y troyanos, ladrones y policías, conservadores y progresistas. No es un remedio de hoy para mañana. Pues para terminar con los viscerales antagonismos de esa clase, solo hay una solución sencilla: la pura y simple eliminación del contrario. Su liquidación física, para acabar a un tiempo con su existencia y los problemas que esta plantea.
Y esa solución final es la que se propone el Estado de Israel para terminar con el problema palestino: el exterminio del pueblo palestino. Sin que por parte de la comunidad internacional se haya producido algo así como una tímida resistencia siquiera ante semejante monstruosidad. Perpetrada ante los ojos del mundo con todas las de la ley… del Talión. Me pongo en la piel de uno cualquiera de los supervivientes, y no se me ocurre ninguna forma de reparación que verdaderamente repare algo de lo destruido para siempre. Pues la sangre llamará a la sangre, sin que nada pueda ya borrarla de la memoria. El pueblo judío ha decidido, desoyendo al mundo, bañarse en sangre inocente, y en ella se ahogarán ellos, los autores materiales del genocidio, y sus hijos que injustamente heredarán la culpa, ese sentimiento por algo tan judeo-cristiano. Después de tanto horror deliberado, de tanto humanismo puritano empeñado en contrapesar los destinos de un pueblo desgraciado y la suerte de 200 rehenes. Después de tanta negociación que no cumple ni el expediente, y tanto silencio oficial de cementerio y tantas vidas entregadas a la muerte, es tarde. Muy tarde ya para la paz. Y para la piedad. Y para el perdón.




