Antonio Soler: sus veranos de luz, cómics y recuerdos literarios

Málaga

Para Antonio Soler, los veranos siempre han sido algo más que una estación: son memoria, descubrimiento y, en su caso, el germen de su escritura. El autor malagueño, Premio Nadal en 2004, recuerda con claridad aquellos días de infancia en Málaga: tardes de sol, juegos en explanadas al límite de la ciudad y alguna escapada a la Sierra de Ronda para “coger algún kilo”, como le sugería su madre, preocupada por su delgadez.

“Imagen de juventud, de luz, esplendor”, dice sobre aquellos años que, con los primeros libros leídos a los once años, comenzaron a despertar en él el amor por la narrativa. Antes de los libros, llegaron los cómics. Cada verano se inventaba su propia historia: dibujaba, escribía guiones, adaptaba personajes como Guillermo el Bueno. Nunca los acababa del todo, pero cada intento era un paso más en su aprendizaje.

Estos recuerdos están presentes en El Camino de los Ingleses, novela que ahora vuelve a librerías de la mano de Galaxia Gutenberg. “Es prácticamente un homenaje al verano”, asegura Soler. “Retrata el último verano de la adolescencia, ese instante antes de que la vida comience a llenarse de responsabilidades”. La reedición, con ligeros cambios y guiños al rodaje cinematográfico dirigido por Antonio Banderas, llega para celebrar más de veinte años desde la publicación original y casi dos décadas desde la película.

Pero Soler no vive solo del pasado. Actualmente trabaja en una nueva novela ambientada en el Madrid de los años 80, aunque, confiesa, Málaga inevitablemente aparecerá entre sus páginas. “Este verano lo he pasado concentrado en el inicio de la novela, con una vida casi monástica, entre escritura y cenas con amigos”, explica.

El autor también rememora sus experiencias familiares y la historia de su ciudad en El día del lobo, su obra más reciente, que aborda la huida de Málaga hacia Almería en 1937. “Fue uno de los libros más difíciles de escribir porque combinaba lo íntimo con un fenómeno histórico de gran impacto”, reflexiona.

Para los jóvenes que sueñan con escribir, Soler tiene un consejo claro: leer y experimentar. “No hay una enseñanza oficial para esto. El mejor modo de aprender es leer todo lo que puedas y escribir, prueba-error”, dice con la sencillez de quien ha recorrido ese camino.

Entre memorias de piscina, tardes de sol y los primeros pasos literarios, Antonio Soler ofrece un retrato íntimo de su vida malagueña, de los veranos que marcaron su escritura y de la pasión que sigue guiando cada una de sus historias.