“Diego de Morón fue un artista de artistas”: entrevista con Fernando González-Caballo tras la muerte del maestro del toque gitano
El antropólogo y periodista recuerda al guitarrista moronense en una conversación íntima, tras su fallecimiento, y reivindica su legado como figura esencial del flamenco más puro y coherente.

ENTREVISTA FERNANDO GONZÁLEZ CABALLO SOBRE LA FIGURA DE DIEGO DE MORÓN

En el día de ayer falleció Diego de Morón, guitarrista fundamental del flamenco más puro y representante irrepetible del toque gitano. Hoy, a las 12 del mediodía, tenía lugar su entierro en su tierra natal, en un ambiente íntimo, silencioso y cargado de respeto. Se apaga así una de las últimas velas de una generación que vivió y entendió el flamenco desde la raíz, el alma y la coherencia vital.
Para hablar de su figura, su arte y su legado, el programa hoy ha contado con el testimonio de Fernando González Caballo, antropólogo, periodista y profundo conocedor del universo flamenco, quien lo definió sin titubeos como “un artista de artistas”, ese que los grandes iban a ver en silencio, con admiración y con respeto.
“Diego de Morón era conocido en todo el mundo del flamenco, aunque no formara parte del circuito comercial. Su toque no era para masas, era para el que sabe, para el que siente. Era el alma frente a la técnica”, señaló González Caballo.
Aunque no fue una figura mediática, su música trascendía cualquier escenario. Su arte se transmitía de tú a tú, “de una guitarra a otra”, como relató Fernando, y siempre en un contexto íntimo, profundo, honesto. Su universo artístico no encajaba con la industria, pero sí con la autenticidad. “Diego vivió y murió con coherencia, fiel a sus valores y rodeado de los suyos”, afirmó.
Nacido en una familia con un enorme peso en la historia del flamenco, Diego heredó el legado de su tío, el mítico Diego del Gastor, y lo hizo suyo, sumando sus vivencias en los patios gitanos de Morón, en reuniones que eran rituales más que espectáculos. Su música bebía de ese entorno, de la familia, de sus amigos —muchos de ellos también grandes músicos gitanos— y de una sensibilidad que, según González Caballo, “no era de este tiempo ni de este planeta”.
El guitarrista nunca buscó grandes escenarios. Prefería los encuentros sinceros a las luces del show business. “Diego era hipersensible, coherente, un hombre de valores y, por encima de todo, un artista profundamente humano”, recordó emocionado su amigo.
La entrevista concluyó con una dedicatoria íntima y sentida:
“Me ha hecho una faena, me hubiera gustado despedirme… pero iré a Morón a darle ese beso que no pude darle en vida”.
Hoy, mientras su guitarra ya no suena con sus manos, el eco de Diego de Morón sigue vivo en las grabaciones que circulan entre los entendidos, en la memoria de sus compañeros y en el alma colectiva del flamenco más profundo. El flamenco pierde una voz imprescindible, pero su arte queda, como legado y como faro, para los que sepan escuchar.




