La trampa de la dependencia: aerolíneas, trenes y el destino de los territorios
La firma de Antonio Mariscal en Hoy por Hoy Jerez

Jerez de la Frontera
La trampa de la dependencia: aerolíneas, trenes y el destino de los territorios
En los últimos días, el debate sobre la subida de tasas aeroportuarias en España y la reacción inmediata de Ryanair ha vuelto a poner de manifiesto una realidad incómoda: muchos territorios hemos quedado atrapados en una dependencia estratégica de operadores de transporte —sean aéreos o ferroviarios— que condicionan, de forma directa, nuestro desarrollo turístico, económico y social . ¿Pero cómo hemos consentido llegar hasta esta situación?
En primer lugar, porque la apuesta por la conectividad aérea ha sido siempre entendida como un fin en sí mismo. Celebramos cada ruta aérea, cada frecuencia de tren, como si fuese una conquista definitiva, cuando en realidad muchas veces eran logros frágiles, sujetos a la rentabilidad inmediata de las compañías. Hemos aceptado que los calendarios, horarios y precios dependan de decisiones tomadas a cientos de kilómetros de distancia, en consejos de administración que poco o nada conocen de las necesidades reales de un territorio.
En segundo lugar, porque hemos construido modelos turísticos dependientes del acceso fácil y barato, confiando en que la continuidad estaba garantizada. Se han destinado recursos públicos a promocionar destinos sin asegurar al mismo tiempo mecanismos sólidos de permanencia de esas conexiones.
Y, en tercer lugar, porque en Europa hemos fomentado la competencia entre territorios para atraer a las aerolíneas, sin dotarnos de una estrategia nacional o regional coordinada entre todos.
El resultado es que "de aquellos polvos, estos lodos" y en pleno 2025, el futuro de muchos destinos como el del aeropuerto de Jerez depende mayoritariamente de la voluntad de una sola compañía aérea . Una decisión empresarial puede significar el recorte de cientos de miles de plazas aéreas y con ello, la pérdida de competitividad para nuestras empresas locales, que no tienen capacidad de reacción inmediata.
No se trata de culpar exclusivamente a las aerolíneas o a AENA: ellos actúan bajo criterios empresariales legítimos. El problema es que, como sociedad, hemos aceptado esa dependencia sin prever alternativas.




