El futuro no nos cambia, seguimos sembrando el caos

Córdoba

Ya les he hablado en esta sección de cómo filosofía y arte me salvaron la vida, me enseñaron el don de la identidad. Hace bastante tiempo de aquella Firma de Opinión, y si el tiempo ha pasado sin tan siquiera hacer el amago de contradecirme será que, en efecto, se trataba de palabras verdaderas. Ojo, no niego que en más de una y de dos la duda me haya puesto en jaques que no llegaron a mates de milagro, aunque precisamente son esos momentos calamitosos los que estrechan ese vínculo. Al fin y al cabo, la mejor forma de comprobar la fortaleza de un argumento es enfrentarlo a otros capaces de ponerlo contra las cuerdas.

Este último año, además, arte y filosofía me han llevado a conocer personas con la misma inquietud por descubrir y crear, con la misma inconformidad frente a este pésimo guion llamado sociedad. Gracias a nosotros, se ha visto en nuestra ciudad un despertar cultural que apuesta por la experiencia y la comunidad, en contra de un consumo turístico cada vez más acuciante, banal y, lo que es peor, normalizado. Es un hecho: Córdoba rebosa talento, ansia por crear y garra para pelear, solo necesita espacios donde poder explotarlos, unos espacios que estamos construyendo entre todos, desde lo más underground.

Si duele, es que estamos vivos. Si hallamos belleza en el dolor, es que somos filosofía. Si esa belleza nos habita, es que somos arte. Hoy gritamos con orgullo, la contracultura está viva.