El médico de la almohadilla voladora

Almería

Han llegado a la redacción de LA VOZ de Almería por obra y gracia de Miguel Alonso Pérez (coleccionista rojiblanco) dos tesoros de considerable valor como son el carnet de directivo y médico del Almería de don Carlos Galván de la Viuda y la almohadilla que utilizaba para protegerse de la humedad y la dureza del cemento de la grada.

Los niños que debutamos con papá en el Estadio de La Falange, asistimos al vuelo incontrolado de las almohadillas como único modo de protesta ante una derrota o una mala clasificación. Con la Policía Nacional sentada en sillas de ‘tijera’ por todo el contorno del terreno de juego y dispuestos a intervenir: si el árbitro lo hacía mal o el equipo fallaba, el vuelo de las almohadillas pintaba de verde el campo.

Se alquilaban por ‘un duro’ (5 pesetas) como ayuda a la Cruz Roja y se daban solo en la grada de Tribuna porque en la de General teóricamente no había asiento y la afición debería ver el partido de pie.

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Tesoro

Estos documentos han visto la luz gracias al coleccionista de ‘reliquias’ del Almería, Miguel Alonso Pérez, que jubilado de ‘Óptica Santa Rita’ se dedica a buscar tesoros del equipo de su vida. Miguel fue uno de esos niños que iban con su padre al Estadio de La Falange y un día vieron volar las almohadillas. Llevaba tiempo detrás de conseguir una y la ha logrado de una leyenda de esta ciudad: la del doctor don Carlos Galván de la Viuda.

Miguel, nos ha cedido su tesoro y queremos compartirlo con todos los almerienses para que sepan que el fútbol siempre ha sido como en nuestros días, y en plena represión franquista, la protesta deportiva se permitía ante la presencia de la Policía Nacional que era conocida por todos en el campo como ‘Los Grises’.

Siendo niño cantó la gloria del Almería y la tristeza de las desapariciones, porque el club no generaba dinero por taquillas y a poco de comenzar la temporada y ‘fundir’ el dinero de la campaña de abonados, los directivos no tenían de donde sacar para pagar las nóminas y salían ‘corriendo’.

Doctor

Los que íbamos al médico ‘del seguro’ le recordamos con inmenso cariño. Era don Carlos Galván de la Viuda un hombre alto y fuerte que creo recordar vino desde Málaga. Tenía al lado de su consulta a otro Carlos inolvidable, Quereda, y entre los dos se encargaban de la buena salud de los almerienses. Muy amigo de nuestra familia, los ‘Saberes’, mantenía con mi padre una relación especial y uno de sus hijos era el cantande y compositor Manolo Galván.

Como médico y como persona dejó huella en los almerienses y su afición al fútbol le hizo cuidar de la buena salud de los futbolistas de un Almería de Tercera, que estaba poniendo los cimientos del ascenso a Segunda División con una gran directiva de la que participaba.

Lo suyo era la medicina y ver jugar al Almería fuela mejor terapia para el strés de la consulta diaria. Don Carlos pasó por las gradas de La Falange protegido de la humedad por una almohadilla de su propiedad, de esas que regalaba la marca EBRO y los tractores Massey Ferguson, distribuidos por la empresa Piquer Hermanos SL, con sede en la calle Granada.

Protesta

Las almohadillas se colocaban de forma estratégica junto a la camilla de la Cruz Roja y la taquilla por la que pasaban socios y aficionados en general que por 5 pesetas ayudaban a la causa y tenían la posibilidad de lanzarla al campo. con el objetivo puesto en el colegiado o en un jugador local que había firmado un mal partido. No era habitual apuntar al palco que estaba en lo más alto del estadio.

Tuve la oportunidad de asistir a uno de los grandes escándalos en La Falange cuando el CD Almería iba camino de la Regional y el grito de ¡Fuera Pinel! iba acompañado del vuelo sin motor de las almohadillas que a ojos de la Policía eran inofensivas. El campo se pintaba de verde sobre el negro talquín.

Estreno

Muchas de las batallas de fútbol se transmitían de padres a hijos o a nietos. El tema era llevarlo a partir de los 4 o 5 años y ‘engancharlos’ al llamado deporte rey. Justo detrás de la grada de General, estaba el Colegio Menor Alejandro Zalazar plagado de niños internos que veían el partido desde las aulas: gratis.

No había merienda incluida. porque salíamos con el último bocado camino del campo, y solo un cartucho de cacahuetes o de pipas mitigaban un hambre que vivía en nosotros. “Cacahué y pipas” pregonaba el vendedor y las monedas volaban y los cartuchos se agotaban.