Los problemas de cada década
El subdirector de Diario de Sevilla, Carlos Navarro Antolín, recuerda que cada década tiene problemas propios en una gran ciudad

En los años noventa se hablaba en los medios locales de la extorsión de los guardacoches. O dabas la moneda de cien pesetas, o te encontrabas la luna rota o la rueda pinchada. El problema en los años posteriores a la Exposición fue el uso del infrautilizado estadio de la Cartuja y las botellonas, sobre todo en el centro y los Remedios.
Ahora el turismo depredador, el exceso de apartamentos para visitantes y el efecto de despersonalización que genera en el centro histórico. Cada día tiene su afán y cada década sus problemas. Hoy no se ven ya casi gorrillas, como durante muchos años no se veían turistas en julio y agosto, salvo incautos que todos pensábamos que habían sido engañados por la agencia. Y el estadio se usa más que nunca.
Sufrimos la feria de la peste equina y el caos en el paseo de caballos, y después vinieron los años del debate sobre su duración. De la Semana Santa de las bullas pasamos a la de las vallas.
Arranca el curso con una gripe aviar, dos muertes que impactan (un cura de 32 años y una vecina de Cazalla en un incendio) y el primer anuncio de una banda estrella contratada ya para el festival Icónica 2026, los carteles del verano sevillano.
Sin darnos cuenta, envejecemos y los problemas que parecían eternos se esfuman, pero llegan otros. La ciudad y los días. El tránsito de la existencia. Los autobuses (los urbanos y los de los colegios) son ya el colesterol del tráfico rodado. Eso no cambia.




