Plan Asfalto: cuando pavimentar no es avanzar

Córdoba

Este verano —y todavía hoy— quienes no han podido marcharse de vacaciones han contemplado cómo nuestras calles se llenaban de máquinas pesadas extendiendo toneladas de asfalto. Se nos presenta como un gran éxito del área de Infraestructuras, pero en realidad repite los mismos errores de siempre.

Se asfaltan las grandes avenidas —las más visibles, las más fáciles de facturar— y se dejan de lado las calles secundarias, los barrios olvidados y los firmes más deteriorados. Es la prueba de una planificación cortoplacista que no analiza el espacio urbano ni sus verdaderas necesidades. Cambiar un asfalto viejo por uno nuevo no es modernizar la ciudad: es perpetuar un modelo contaminante que favorece al tráfico privado y aplaza las soluciones medioambientales que tanto necesitamos.

Porque el espacio público no es solo para los coches. Es el escenario de la vida cotidiana de miles de ciudadanos que se mueven a pie, en transporte público o en vehículos de movilidad personal. Necesitamos una planificación que garantice la intermodalidad y no solo kilómetros de alquitrán.

Una reflexión previa habría permitido convertir esta inversión en una auténtica mejora del espacio público: reservar zonas para aparcamientos bien diseñados, instalar pavimentos transpirables que reduzcan el calor, remodelar calzadas y aceras para que sean seguras y accesibles. Así evitaríamos el absurdo de calles recién asfaltadas con bordillos levantados, alcorques rotos y acerados llenos de charcos y tropiezos.

La mejora de la ciudad no pasa por derramar más asfalto, sino por preguntarnos cómo queremos vivir en ella. ¿Queremos calles más frescas y habitables? ¿Sombra y arbolado en lugar de calor y humo? ¿Suelos que respiren, espacios que inviten a caminar, transporte público limpio y eficiente que libere a los barrios del coche privado? Todo esto es posible, pero solo con voluntad política y coordinación entre las áreas del gobierno municipal.

Seguir extendiendo asfalto es seguir anclados en el pasado. Reflexionar, planificar y priorizar el bienestar ciudadano es, de verdad, construir futuro.