Manuela Carpio: “El baile gitano es uno, y me voy a morir diciendo eso”
La bailaora jerezana comparte en ‘Hoy por Hoy Morón’ su trayectoria, su filosofía artística y su deseo de pisar el Gazpacho Andaluz.

Manuela Carpio

En una nueva entrega del espacio Con Alma Flamenca de Hoy por Hoy Morón, el arte y la verdad se hicieron presentes a través de la voz de Manuela Carpio, una de las bailaoras más representativas del flamenco actual. Desde Jerez, su tierra, la artista conversó con cercanía y jondura sobre su vida, su baile y su visión del flamenco, dejando una entrevista llena de emoción, autenticidad y sabiduría popular.
“El baile gitano es uno, y me voy a morir diciendo eso”, afirmó con rotundidad. Y es que Manuela no solo baila flamenco: lo siente, lo transmite y lo vive con la intensidad de quien ha crecido con el compás metido en la sangre. Nacida en una familia gitana —de los Moneo y los Carpio— recuerda cómo empezó a bailar desde muy pequeña, de forma natural, en bodas, bautizos y reuniones familiares. “Cuando tú naces bailaora o naces cantaora, es un privilegio de Dios”, expresó.


Baile con alma: técnica, improvisación y verdad
La conversación giró en torno a su forma de entender el baile, alejada de la repetición mecánica y centrada en la improvisación como acto de libertad y verdad. “La técnica se estudia y se repite. Pero lo que te sale del alma, eso no vuelve a salir igual jamás. A veces me he visto bailar y digo: ¿esto lo he hecho yo?”, confesó.
Manuela habló de la transformación que experimenta en el escenario, ese momento donde deja de ser “una mujer de casa, de lavar y hacer comida”, para convertirse en otra persona: “Si no lo hago con el alma, no bailo. No puedo. Mi baile es de momentos. Si no tengo ganas, no me subo”.
También reflexionó sobre la “causa” del flamenco, esa emoción profunda que conecta con el dolor, las pérdidas y las carencias. “Tienes que haber pasado fatiga. Eso marca. Antes la gente tenía hambre”, apuntó.
Una trayectoria forjada en libertad y sin ambición desmedida
A lo largo de la entrevista, Manuela recalcó que su carrera ha sido fiel a sus ritmos y necesidades: “No he sido ambiciosa. He bailado cuando me ha apetecido bailar. He tenido mi academia, he enseñado, y cuando sentía que necesitaba el escenario, me lo buscaba”.
Entre los espectáculos que más le han marcado, destaca La fuente de mi inspiración, con el que recibió el premio del Festival de Jerez, uno de los reconocimientos más importantes de su trayectoria. También recuerda con cariño su paso por festivales como la Caracola de Lebrija, la Fiesta de la Guitarra de Marchena o el Festival de la Paula en Alcalá.
Y entre los sueños aún por cumplir, uno brilla con fuerza: “Me falta uno: el Gazpacho Andaluz de Morón. Es un festival muy emblemático. Me encantaría estar”.
La esencia de los barrios, el alma de los festivales
Para Manuela, el flamenco de verdad se vive en los barrios y en la intimidad: “En un tabanco cualquiera hay alguien tocando las palmas por bulerías. Eso no lo encuentras en un teatro. Los barrios tienen esa verdad, esa unión que se ha perdido”. Lamentó que hoy en día esa forma tradicional de transmitir el arte esté casi extinguida: “Para encontrarlo, tienes que excavar”.
Sobre los festivales, dejó claro su valor como punto de encuentro para artistas y como espacio imprescindible para las nuevas generaciones: “Hay que acortar los festivales para que el público disfrute más, pero no pueden desaparecer. El flamenco necesita seguir respirando en plazas y calles”.
Consejo a los jóvenes:
El mensaje final fue para quienes empiezan a dar sus primeros pasos en el flamenco: “Que no imiten. Que busquen su personalidad. Se puede admirar a alguien, pero hay que bailar con lo que uno lleva dentro. Que no se pierda el flamenco puro en medio de tanta perfección”.
Y para cerrar, una última reflexión que condensa su amor por Jerez y su respeto por Morón. A la pregunta de cómo definiría el arte de cada ciudad con una sola palabra, respondió:—Jerez: compás. Morón: personalidad.




