Julio, el capitán que bordó el escudo del Almería en el alma

Almería

Por años que pasen su huella es imborrable. No era de Almería pero llevaba el escudo bordado en el alma y era muy querido por la directiva y los aficionados. Llegó en plenitud al club de Guillermo Blanes de la mano de un sabio, como José Enrique Díaz, que le hizo una plantilla de fantasía para subir a Segunda. Julio García Fernández cumplió los 29 años en la pretemporada de la 1994-95 y venía del Real Murcia. Nacido en Huelva, su carrera deportiva la desarrolló en el Real Betis con el que llegó a debutar en Primera y tras una campaña cedido al Decano para competir en Segunda volvía mejor futbolista al Benito Villamarín. Jugaba de lo que antes se llamaba hombre libre sacando la pelota desde atrás (por su enorme calidad) y acabado su contrato con el club verdiblanco firmaba en el Real Murcia para competir en la categoría de plata y de allí al Almería.

En Almería tuvo como pareja de baile a un tal Juan Marrero que era un central expeditivo que no se andaba por las ramas y formaron una pareja formidable. Luego en Segunda tuvo nuevas parejas y con el descenso a la división de bronce aguantó una temporada, pero su calidad no era para esta categoría y rescindía contrato y se marchaba como un señor dando al Almería cuatro temporadas: dos de ellas en LaLiga. Era Julio por encima de todo un hombre de club. Fue elegido como uno de los capitanes y a la hora de negociar con la directiva era el mejor, porque sabía pedir para los suyos y entender a los que daban. Guillermo Blanes confiaba ciegamente en Julio y cuando iba al vestuario a hablar con la plantilla tenía las puertas abiertas. No había distancias y a las grandes cualidades deportivas del jugador se unían los valores humanos.

Con la afición era uña y carne y con la prensa siempre atento y atendía sabiendo su papel de capitán y sabía transmitir lo que salía de su vestuario. La gloria del primer ascenso de la historia fue con Julio y dos temporadas de plata con él siendo fijo en el once. Su última temporada no fue fácil por el descenso pero lo supo llevar con profesionalidad.

El futbolista

Estaba siempre donde iba la pelota. Aquel Almería que hizo un sabio con pasado bético como, José Enrique Díaz, necesitaba salida de balón y se fue a por él un entrenador que apostaba por el buen fútbol. Marrero ponía la casta y Julio la maestría. Daba gusto verlo pasar la pelota a los laterales o conectar con Jorge Peralta para poner la primera piedra de cada ataque. Cuando había que meter la pierna y partirse la cara era el primero en esos campos de bronce, donde jugar a la pelota no era fácil. Lideraba en la batalla y el brazalete de capitán le venía de perlas porque lo era dentro y fuera del campo. Hizo posible ese diálogo entre club y plantilla y luego plantilla-afición. No daba problemas y a su calidad futbolística añadía una categoría humana sin límite.

El capitán

Cuando había que gestionar las primas o pedir a la directiva, allí estaba Julio que era recibido por los rectores del club como uno más de la familia. Guillermo Blanes le llamaba ‘capi’ y Julio le decía ‘presi’: todo armonía y buen rollo en aquel Almería CF. Había futbolistas con más años en el club, pero Julio era para todos el referente por su pasado y su legado en Primera División. Cuando venían mal dadas y los resultados no acompañaban no dudaba en hablar con la afición y hasta con la prensa donde tenía buenos amigos. Iba de frente con todos, y se ganó a pulso el respeto de todos en un tiempo donde aquel Almería no estaba solo y competía con el Poli, primero en la misma categoría y luego dos años: una división por encima del eterno rival.

La persona

No se recuerda una voz más alta que otra. Pasó cuatro temporadas en Almería dejando su poso de buen profesional y haciendo amigos a todos los niveles. No era de alardes ni sacaba pecho por su palmarés. Humilde de condición y profesional por encima de todo, siempre contaba para la Comisión Deportiva cuando era llamado y los directivos lo querían mucho por todo lo que daba dentro y fuera del campo. Le tocó cantar la gloria del primer ascenso a LaLiga y el sabor amargo de aquella tarde con el Ourense cuando el Almería bajaba ante su afición. Lo vivía todo como un almeriense más y cuando le pidieron que siguiera una temporada en Segunda B no se lo pensó pese a que su etapa tocaba a su fin, y con José Ángel Moreno cumpliría su última campaña en un Almería que no pudo entrar en el Play Off para luchar por el regreso a la división de plata.

La directiva

Hubo futbolistas antes y después de Julio, pero pocos marcaron tanto a los dirigentes de un club que venía de la Regional Preferente y conectaba con un capitán de Primera División. Julio, caía de pie en esta ciudad y se sintió querido por una afición maravillosa que podía tocar a sus futbolistas gracias a ese buen rollo que había entre la directiva y los jugadores. Hubo estrellas en la etapa de Segunda pero a Julio nunca se le subió a la cabeza el éxito. Venía educado en los valores de los grandes y cuando se anunciaba su marcha, fue en silencio no sin antes recibir todo el cariño de los directivos de Guillermo Blanes que, con su presidente a la cabeza, le demostraron todo el cariño que Almería le tenía. Cuando volvía por esta ciudad la visita al fundador del club no faltaba. Aterrizaba en aquel verano de 1994 y no podía imaginar Julio que iba a ser tan querido en Almería.