Mucha, mucha policía
El Paso Cambiado de Julián Granado
Morón de la Frontera
Recuerdo cómo, en su día, las fuerzas y cuerpos de seguridad enviados por el unionista Rajoy para reprimir el secesionismo catalán me dieron auténtica pena. Mal alimentados, peor alojados y desmotivados por completo, recibían las pedradas y salivazos con paciencia de santo Job. Se conoce que ya por entonces se estaba gestando en el seno de la Policía Nacional un espíritu de entrega verdaderamente patriótico. A compartir con la no menos patriótica Guardia Civil, que de acuerdo con lo encomendado por su patrón el Santo Duque de Ahumada, todo, todo, hasta las multas de tráfico, se lo ofrecía a España.
El sentimiento patriótico policial, pese a su ruda apariencia, es de una ejemplar sensibilidad, que sabe reconocer las ocasiones en que hay que templar. Templar, por ejemplo, ante las manifestaciones de indignados españoles a las puertas de Ferraz. Templar ante el vandalismo futbolero, comprensiblemente desatado cuando el árbitro, la federación o la mala suerte te roban el partido. Templar cuando la excitada chavalería nacional se da cita en Torre Pacheco para ajustarle las cuentas a la inmigración invasora.Sin embargo, ¡fíjense qué curioso!, hay circunstancias en las que templar sería incumplir el sagrado juramento policial de servir y proteger. Por ejemplo, cuando una gentuza convocada al efecto pretende romper la Vuelta Ciclista en la que compite el noble equipo israelí, para disfrute de los patrióticos aficionados, por encima de todo, al arte del pedaleo. A esa misión en defensa de la paz ciudadana, sí que se presentará, gustosamente además y hasta de balde que iría, lo más granado de los hispanos antidisturbios. Los fornidos guardianes del orden no escatimarán el uso de la porra contra los cuatro incontrolados, que se permiten el criminal derribo de vallas. Violentos de los que solo detienen a un par de ellos, mientras que los corpulentos y sensibles policías han de pagar su entrega a España con un total de… ¡22 heridos, no se sabe de qué consideración! El caso es que los sindicatos de uniformados están dispuestos a exigir dimisiones gubernativas. ¡Haber convocado a 1000, cuando habrían hecho falta… 4000 efectivos! ¡No autorizarles a embolsar, para machacar debidamente a los manifestantes…! Y no permitirles, en fin, ese saludable ejercicio de fuerza bruta, al que Sabina ya se refería en aquel estribillo gamberro: ¡Mucha, mucha policía!
