Mirar a los sevillanos de las Tres Mil

No se trata de que una cofradía haga un milagro en una de las zonas más pobres de España. Claro que por llevar una Virgen no se arreglan problemas estructurales en una o dos semanas. No somos ingenuos. Se trata de sumar, denunciar, apoyar, poner de manifiesto que Sevilla también existe tan lejos del casco antiguo.

Nunca está de más que el corazón de la ciudad se mude a las periferias, se constituya allí donde se vive en las fronteras de tantas cosas, incluida la fe. Nunca está de más dar calor, acompañar, remover conciencias, recordar que hay causas que no están perdidas, o que no se dan por perdidas. No exijan un milagro, no se instalen en el pesimismo o en la desidia. Hemos mirado a las Tres Mil Viviendas durante muchos días.

Y no ha sido por un problema de falta de seguridad, por lo apagones que provoca el cultivo ilegal de marihuana, por los autobuses urbanos apedreados, por disparos entre bandas o porque Lipasam pasa con baja frecuencia por aquellas calles. Ha sido porque ha ido la Esperanza. No seamos tan exigentes.

Porque es muy posible que al serlo no hagamos nada productivo. ¿Se podía haber apoyado de otra forma? Es muy posible. Pero se ha hecho con una misión presidida por una Virgen guapa y morena. Otras veces se hace por la vía de las asociaciones de vecinos, otras directamente por los servicios sociales de las administraciones, otras por fundaciones civiles o eclesiásticas, otras por operaciones especiales de la Policía... Todo suma.

Pero no se desanimen. Y, sobre todo, no desanimen a los demás. Sean proactivos. La Esperanza de Triana lo ha sido. En las Tres Mil hay sevillanos que merecen ser mirados a los ojos, ser acompañados, ser tratados con la ternura de la sencillez. Y Ella lo ha hecho.